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Divinas palabras


Divinas palabras es una de las más complejas obras de Valle-Inclán para llevarla a escena. ¿Alguien lo duda? Pues aquí tenemos un ejemplo para comprobarlo.


Esta obra nos retrata unos personajes del arroyo: miserables, egoístas, crueles, borrachos, codiciosos, lujuriosos... una lucha diaria de los pobres por la supervivencia, en la que todo está justificado. Un retrato crudo de una sociedad anclada en el retraso de siglos.

Un subnormal es transportado en un carromato y expuesto por los caminos y ferias de España para sacar dinero; primero por la madre y, cuando muera, por la hermana y la cuñada de ésta, a partes iguales.

Esta "tragicomedia de aldea", como subtitula Valle-Inclán, contiene los elementos esperpénticos de su teatro más característico y nos desnuda la maldad de la miseria humana. A pesar de ello, es una de las obras que menos me interesan de su teatro por sus diálogos llenos de giros populares, hoy en desuso, galleguismos y neologismos que, no solo dificultan el seguimiento o interés sino que, en muchas ocasiones, no están bien cerrados. Hay demasiados personajes sin definir o sin aportar contenido dramatúrgico relevante y el texto se alarga de forma innecesaria. Es mi opinión, claro.

A esta dificultad para llevar a escena la obra y generar interés por sus personajes, más allá del retrato social general, se añaden las múltiples microescenas que acontecen en diferentes lugares. Es fácil caer en un caos escénico, un batiburrillo difícil de seguir, como ocurre en este montaje.


En la primera escena nos encontramos con una pareja y un recién nacido en el pórtico de una iglesia. El cura discute con el hombre, no creyente. Poco después, la mujer reclama a su hombre que proteja a su hijo y la discusión acaba en una reyerta con navajas. La escena está dirigida e interpretada con tan poca credibilidad que parece un ensayo de aficionados. Si en una escena de carácter realista, exenta de dificultades de tono, fracasa nada más empezar la función, nos deja claro lo que va a venir: un naufragio.

Histrionismo, exageraciones sin matices, entradas y salidas de personajes caóticas, diálogos que pierden interés... sin tener que mencionar las dificultades acústicas.

Algún monólogo interpretado por Consuelo Trujillo o María Adánez consigue atraparnos, poco más.


Lo más destacable de esta función es la magnífica iluminación de escena y las composiciones de personajes que parecen cuadros pictóricos. El vestuario también muy acertado.


La dirección, los actores, la dramaturgia... todo de una pobreza aplastante. Un aburrimiento que te empujaba a abandonar la sala.

Flaco favor a Valle-Inclán y al teatro en general.


Texto: Ramón María del Valle-Inclán

Dirección: José Carlos Plaza

Intérpretes: María Adánez, Javier Bermejo, Alberto Berzal, María Heredia, Chema León, Carlos Martínez-Abarca, Ana Marzoa, Diana Palazón, Luis Rallo, José Luis Santar, Consuelo Trujillo

Escenografía e iluminación: Paco Leal

Vestuario: Pedro Moreno

Ayudante de dirección: Montse Peidro

Producción: CDN, Producciones Faraute

Teatro: María Guerrero 13 de diciembre 2019 a 19 de enero 2020

Duración: 110 minutos


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