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Amarte es un trabajo sucio (pero alguien tiene que hacerlo)



La explotación de los repartidores o riders es el punto de partida de este drama con toques de humor cínico que obliga al espectador a echar una mirada crítica al entorno cotidiano y a uno mismo.







David es un joven que no encuentra trabajo, las entrevistas no dan ningún resultado. Vive con su madre Luisa y pasa alguna noche en casa de Marta, una compañera sentimental con la que mantiene relaciones sexuales no exclusivas (no tiene nada mejor en su vida). Su única salida laboral será convertirse en un repartidor por las calles de Madrid, montado en bicicleta, siempre que el algoritmo de la compañía Hermess le asigne algún envío; las ganancias dependerán de la propina y, por tanto, del número de repartos. Conocerá a otros repartidores como el veterano Samu, un hispanoamericano fanático evangelista que cederá sus repartos por comisión... Su vida se convierte en esclavitud sin ningún aliciente y a la deriva.


"Amarte es un trabajo sucio" coloca en primer plano al espectador frente a la explotación humana que nos rodea, los riders que forman parte del panorama cotidiano de nuestras ciudades, ellos y nosotros conscientes (no lo suficiente) de su maltrato humano y laboral. Pone el dedo en la llaga para hacernos dudar si participar del consumo (muchas veces innecesario) a través de estas redes de distribución nos convierte en cómplices. Ahí queda la pregunta. Pero hay en esta obra, sobre todo, una mirada al desencanto y la falta de motivaciones en la rutina de las vidas que describe, la ausencia de felicidad, la aceptación de unos mínimos que nos deja ir tirando.

Otro aspecto interesante es la forma de exponer, con un humor muy cínico, esa política empresarial que trata a sus contratados con la frialdad de la tecnología y, al mismo tiempo, la hipocresía de las frases motivadoras que aparentan preocuparse por el empleado.


Alex Villazán y Belén Ponce de León nos deslumbran con su gran interpretación en ese torbellino de entradas y salidas de personajes que se entrecruzan en un movimiento escénico sorprendente. La dirección de la obra es rica en recursos originales como esa escena inicial en que la joven pareja dialoga mientras ven una serie que detienen o silencian, las alucinaciones representadas en el movimiento de personajes que se abalanzan sobre David o el humorístico momento evangelista entre el público.


En el texto de la obra hay momentos que pierden intensidad porque son situaciones alargadas o repetidas (sobre todo relacionadas con los repartos) o porque no hay un desarrollo más profundo y queda en superficie, por ejemplo la escasa relevancia del personaje del padre.

Todo ello se compensa con la vitalidad y originalidad de la puesta en escena y con la crítica social que nos expone la crisis del individuo y del sistema capitalista al permitir una explotación del trabajador sin la intervención necesaria. El humor negro de Guardamino con frases únicas nos permite reír con doble sentido, aunque haya menos carga en esta obra en relación a otras, centrada más en el drama realista actual.


Se hace imprescindible seguir el teatro de Guardamino, con su estilo personal y original que siempre sorprende, crítico con la realidad social e individual sin perder el sentido del humor.



Texto y dirección: Iñigo Guardamino

Intérpretes: Alex Villazán, Belén Ponce de León, José Emilio Vera y Katia Borlado

Escenografía y Vestuario: Paola de Diego

Iluminación y movimiento corporal: Bea Francos

Ayudante de Dirección y Coreografía: Pablo Martínez Bravo

Sonido: David Ordinas

Producción: La Caja Negra Teatro

Teatro: Quique San Francisco (Teatro Galileo) Del 23 de marzo al 23 de abril de 2023

Duración: 95 minutos














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