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Instrucciones para caminar sobre el alambre



Se presenta "Instrucciones para caminar sobre el alambre" como la segunda parte de una trilogía comenzada con "Nada que perder", la asombrosa obra que me descubrió a los hermanos QY Bazo. La trilogía lleva por título "Trilogía Negra".

Con el mismo objetivo de denunciar algunos temas de nuestra sociedad y con un montaje en la misma línea, esta obra carece de las cualidades de "Nada que perder", resulta redundante (le sobran 20 minutos) y algunos diálogos y situaciones caen en el estereotipo. No convencerá a todos, pero merece ir a verla.






La base de la obra es la desaparición de una joven, Alba. Han denunciado su ausencia la madre y su hermano. A lo largo de toda la obra, la madre, luego otros personajes se unirán, enumera un "decálogo" de consejos para que la búsqueda sea lo más eficaz posible y poder sobrellevar la investigación: no ocultar nada, dejar todos sus objetos tal y como estaban el día que desapareció, mantener la calma, etc.

Conoceremos la historia de Alba. Cuando era niña, su padre la sometía a la tiranía de un entrenamiento desmedido para que destacase como ciclista, obviando consejos médicos, el dolor de su hija... todo por encontrar un éxito que sacase a la familia de la miseria, y por su propio éxito a través de ella. La escena, que se repite, es un reflejo de la explotación infantil, del chantaje emocional y el abuso de los padres. Más tarde veremos que la familia, madre y hermano, malvive con un duro trabajo. Alba idea un proyecto empresarial para salir de la miseria que parece una quimera; mientras tanto, su vida laboral se mueve de un empleo a otro, sin permanecer mucho tiempo en ninguno, explotada, sin seguros, mal pagada... Hasta que un día entra como becaria en una empresa de publicidad, el jefe confía en ella, alguien por primera vez la valora, pero eso no evitará el acoso...


"Instrucciones para caminar sobre el alambre" es una inquietante exposición del mercado laboral en España, de la precariedad y la explotación del trabajador pero, al mismo tiempo, es una cruda visión del abuso a la infancia y a la mujer.

La dramaturgia, como ocurría en "Nada que perder", es dinámica y los actores se mueven en el escenario pasando de una escena a otra, ambientada con cuatro elementos que colocan en el momento, y de una caracterización a otra, con una estudiada coreografía del movimiento. Esto consigue una asombrosa continuidad argumental, incluso en el genial resumen de empleos sucesivos. El trabajo actoral es descomunal y versátil.

Argumento y dramaturgia son excelentes pero el texto fluctúa entre el esquema de situaciones repetidas que se suman innecesariamente a partir de cierto momento y, por otra parte, diálogos que reflejan situaciones comunes (las que se denuncian) con poco desarrollo: casi no se incluye texto para definir personajes, son casi estereotipos. Si la obra se hubiera recortado, el corto recorrido de situaciones no habría agotado la idea, o si la obra hubiera desarrollado alguna situación confiriendo particularidad (como la escena de la sala psiquiátrica) o creando personajes más ricos, estaría hablando de otra obra, más próxima a lo conseguido en "Nada que perder".

El decálogo de consejos se convierte en un lastre cuando sobrepasan los treinta puntos, a pesar del retorcido cambio que experimenta hacia el final.

Larga y tediosa resulta la escena en la que jefe y ex-becaria deben encontrar una idea para salvar el proyecto de marketing: a pesar del cinismo genial de pervertir la situación de coche versus bicicleta en el centro de las ciudades, está la escena plagada de redundancias. Y así ocurre en otras escenas.


Desconozco el proceso creativo pero cuando una obra se escribe o concibe a ocho manos, sin una voz dominante, el resultado es una amalgama de ideas sin una dirección firme y acaba naufragando. El brainstorming no suele funcionar bien en teatro. Otra cuestión es que una obra esté siempre abierta a las aportaciones de otros componentes de la producción escénica.





Texto: QY Bazo, Juama Romero y Javier G. Yagüe

Dirección: Javier G. Yagüe

Intérpretes: Marina Herranz, Rosa Manteiga, Javier Pérez‐Acebrón, Guillermo Sanjuán, Aitor Satrústegui

Escenografía y vestuario: Monika Ruhle

Iluminación: Mariano Polo

Producción: Cuarta Pared

Teatro: Sala Cuarta Pared 13 de febrero a 28 de marzo de 2020

Duración: 100 minutos

















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