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La enfermedad (2006) de Alberto Barrera Tyszka



Un libro muy duro que nos habla de la enfermedad terminal, cómo cambia la vida y la relación con los demás desde que tienes un diagnóstico. Es la historia de un padre y su hijo médico la que nos hará reflexionar desde la sensibilidad sobre este periodo final. Hay una segunda historia que se entremezcla, la de un paciente hipocondríaco y obsesivo que pone el carácter irónico de la enfermedad.







Andrés Miranda es un médico que siempre ha contado a sus pacientes la verdad, por motivos éticos no ha ocultado el diagnóstico de esa enfermedad que va a acabar con la vida. Cuando Andrés se enfrenta al cáncer de pulmón de su padre no se atreve a contarle la verdad, se encuentra paralizado.

Ernesto Durán es un paciente que exige ser atendido por el doctor Miranda por sus mareos que esconden, según él, un problema grave de salud; lo asedia por correo de forma obsesiva al no ser atendido tras una primera consulta. La secretaria del médico iniciará una extraña correspondencia con Ernesto haciéndose pasar por el doctor Miranda. Mientras tanto Andrés intentará aproximarse a su padre, una persona a la que, en realidad, conoce menos de lo que pensaba.


De la novela emana la verdad reflexiva de una situación cotidiana que se vive en las consultas médicas, el diagnóstico fatal que se comunica a la familia y al paciente. Entonces, asalta el miedo, el autoengaño, la duda, la soledad... toda una amalgama (mal digerida) de sentimientos que afloran ante la noticia del próximo fin: las personas no estamos preparadas para asumir que tenemos fecha de caducidad, es un hecho que conocemos pero sobre el que evitamos pensar.

Esa claridad expositiva es la gran virtud de este libro: aunque el tema no sea original, está tratado con gran sensibilidad, su estilo es ágil pero profundiza en las emociones que provoca en los personajes la tragedia existencial, a veces con una inesperada belleza y fuerza que conmociona al lector.

Uno de los pasajes más hermosos es el doble viaje en ferry a isla Margarita del hijo con el padre. En el primer viaje, él tenía diez años y su padre lo llevó tras la muerte en accidente de la madre, mientras las mujeres de la familia limpiaban la casa de recuerdos, para que olvidara la tragedia en la felicidad de descubrir nuevas emociones (la mirada del niño contrasta con la mirada del padre) y, entonces, la realidad vuelve a irrumpir cuando encuentran un cadáver en la playa y el niño se acerca con curiosidad (ironías de la vida). El segundo viaje en ferry a isla Margarita esconde buscar el momento adecuado para decir a su padre que tiene cáncer y le queda poco de vida... "entiende (Andrés) que debajo de todas las palabras de su padre se encuentran respirando los exámenes clínicos, la tomografía, los resultados de la resonancia magnética... Todo eso está ahora ahí, en medio del mar. Sobre el agua también un quirófano, sondas que nadan como serpientes, gasas flotando, tubos, papeles, jeringas. El sol es un estetoscopio amarillo."

Hay también momentos para el cinismo "los caminos de la soledad son infinitos", otros para sentencias reflexivas "la salud es un ideal inmóvil. La más perversa de todas las utopías."


Una parte del relato está enfocada en la soledad del enfermo terminal: cómo las relaciones con los demás cambian al conocer el diagnóstico, la sensación de malestar o incomodidad de los conocidos o familiares, la necesidad de aparentar bienestar para facilitar la relación ajena; cómo se observa el cuerpo hasta ahora olvidado cuando es apropiado por la enfermedad, llegar a verlo como algo ajeno, ... intuir la calavera debajo de la piel... el cáncer como un implacable asesino que se filtra en tu cuerpo. Hay muchos momentos duros en el libro, aunque se aleje del melodrama y la autocomplacencia, se aproxime más a un acercamiento humano en una exposición psicológica.

"El dolor es el más terrible de los lenguajes del cuerpo. Una gramática de gritos. Un ay convertido en único sonido."

"Ante los ojos de todos, hay una vida que está siendo arrasada, arrebatada, sin miramientos. Hay mucha gasa, mucha limpieza, mucho personal cualificado..., pero no hay ninguna piedad. Es un crimen con demasiados testigos, un crimen legítimo, un crimen que nadie puede detener."


Poco más que añadir, sólo recomendar su lectura para cuando tu estado de ánimo se encuentre preparado.



Editorial: Anagrama

Páginas: 168







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