La escapada (2019) de Gonzalo Hidalgo Bayal
No recuerdo qué me atrajo de este libro para comprarlo, ninguna recomendación, seguramente un buceo en una librería y una mirada a alguna de sus páginas. El argumento podría ser, su escritura cuidada y pulcra no: le falta vuelo, espontaneidad. La historia sería el cebo, ese encuentro entre dos amigos de universidad y la mirada al pasado prometedor y su evolución hasta el presente. El resultado ha sido muy diferente a lo esperado.
El escritor Gonzalo Hidalgo Bayal se encuentra por las calles de Madrid con un antiguo compañero de la facultad de filología, apodado Foneto. No se habían visto en cuarenta años, desde 1977, y no sabían nada el uno del otro desde que acabaron la carrera. En una jornada se pondrán al día, ambos jubilados ya. Contra todo pronóstico, Foneto llevó toda su vida el quiosco que heredó de su tío y abandonó toda inquietud filológica y literaria. La mayor parte de la conversación se centrará en sus recuerdos de estudiantes y debates filológicos.
El planteamiento de autoficción le sirve al autor para regodearse en divagaciones filológicas o gramaticales que llenan numerosas páginas: algunas pueden resultar interesantes, la mayoría excesivas. Es un regodeo que me plantea si el autor manifiesta este cultismo porque es connatural a él o es algo buscado, impostado. Dudo que muchas de sus disertaciones puedan interesar a cualquier lector, más allá de las personas que hayan explorado este campo del lenguaje por el motivo que sea: teorizar sobre los acusativos aeramimen y aeruginem, es un ejemplo de los excesos del libro, o el largo párrafo dedicado a determinar la concordancia adecuada del verbo en las proposiciones subordinadas...
El estilo del autor, además de cuidado y encorsetado, incluso cuando se toma licencias más vulgares, no parece natural; utiliza un léxico anticuado, propio de otra época. Expresiones y adjetivos como "henos allí", "verdad es que", "prístino" o "imágenes imperfectivas" parecen fuera de tiempo, aunque puedan ajustarse a la etopeya del escritor (como diría él mismo). Le gusta repetir frases, retomarlas una y otra vez en otros capítulos, sobre todo si se trata de ocurrencias gramaticales, consigue sobrecargar la lectura.
¿Qué me ha llevado a seguir leyendo este libro tan espeso? Además de la excepcionalidad de abandonar el libro que empiezo, algunas de sus interesantes reflexiones:
En varias ocasiones nos cuestiona la realidad de los recuerdos, la reconstrucción que hace la memoria del pasado y la paradoja de recuerdos de nuestra vida que existen y viven en la mente de los otros y no en la propia. Foneto tiene mejor memoria que el autor y será, en muchas ocasiones, el que fije los hechos de la vida del autor.
Cuestiona algunos aspectos de la lectura narrativa: las palabras como sustitutivas de la realidad, sucedáneos ilusorios de lo que quieren representar (el desencanto del lector) o el refugio del lector compulsivo que evita, desde la comodidad y la indolencia, el enfrentarse a la experiencia de la vida.
Desde varios puntos de vista se plantea la cuestión vital del individuo, épica versus lírica: vivir la vida o contemplarla desde la memoria o la lectura. John Williams en "Stoner" enfrentaba al protagonista de su novela a la misma dicotomía.
El personaje de Foneto resultaría más interesante sin la omnipresencia del propio autor, un personaje del que vislumbramos una vida entera llena de soledad, una renuncia a las emociones para esquivar el sufrimiento, un destino contemplativo ante las oportunidades truncadas y la decepción de los objetivos que tenía en la vida.
Lástima que algunos de sus valores queden totalmente enterrados por su "cultismo teorizante" y su pretenciosidad. Me viene a la memoria el párrafo en el que el autor nos dice que si ganara la lotería de Navidad no lo celebraría con champán (como los que salen en la televisión) sino que "me recluiría en casa e incluso me pondría a leer algunas páginas de Montaigne o de Cervantes"
Nada más que añadir.
Editorial: Tusquets editores
Páginas: 301
