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La Regenta (1885) de Leopoldo Alas Clarín



"La Regenta" es una novela que puede compararse a otras obras maestras del siglo XIX. Me ha sorprendido la sensualidad que desprende en muchos capítulos, la tensión sexual que se va fraguando desde el principio. Clarín critica la sociedad hipócrita, chismosa, lasciva y manipuladora que gira en torno a la burguesía / aristocracia, la política y, sobre todo, el clero.








La novela gira en torno a un triángulo en el marco de la omnipresente, fría y aburrida, ciudad de Vetusta (en realidad, Oviedo). Ana Ozores, la Regenta, es una joven casada con un maduro rico atrapada en una relación paternal. Don Fermín, el Magistral, es el confesor que ambiciona ser el guía espiritual de Ana pero, con el tiempo, se irá enamorando de ella. Don Álvaro Mesía es un elegante conquistador que intentará seducir a la Regenta, el difícil reto de hacer caer a la única mujer que parece ser fiel a su marido... Ana es una mujer que siente un vacío en esa ciudad, tanto en su círculo de relaciones como en su matrimonio, que se siente atraída por Fermín en espíritu y por Álvaro en su sensualidad física.

Clarín nos va relatando poco a poco el trayecto vital de la Regenta y su evolución hasta convertirla en un personaje complejo desde la aparente simpleza inicial; su lucha por conseguir la plenitud del alma y del amor más allá de la vida rutinaria, del hogar y de la sociedad, con la que tiene que convivir. Su error será confiar en la honradez de los dos "guías" que se aproximan a su vida.


Pero la novela, rica en detalles y descripciones analíticas, tiene mucho más. Nos dibuja una sociedad que sólo vive para criticar al prójimo, que busca el poder sobre los demás como máxima aspiración. Un círculo del casino lleno de incultos petimetres, unas reuniones sociales que sirven para el juego del flirteo y la seducción, unos confesionarios que dan acceso a los profundos secretos de sus gentes y el poder de manipular, un enfrentamiento político que une a hipócritas aliados...


Hay muchos momentos en los que Clarín nos demuestra su sensibilidad y su genio en contarnos la historia, sobre todo en las escenas sensuales, aunque también en esa disección del pensamiento que evoluciona o se contradice, autoengaña o estalla. La descripción de los personajes es implacable: no salva a ninguno y disfruta con la ironía, aunque en la mayor parte de las ocasiones es directo.

Vapulea a las clases sociales: a los aristócratas como hipócritas, incultos, banales, autoritarios y castrantes, machistas (incluidas las mujeres), clasistas en todo el sentido del término (caballos de raza, los llama)... Vapulea al clero, que es ambicioso, miserable, envidioso, voluptuoso y lascivo... El poeta, lamentable; el médico, incompetente; el don Juan, calculador y miserable, etc. Vapulea la política: el partido liberal y conservador se turnan en el poder, se hacen favores en beneficio del estatus político, nada cambia para la sociedad "eran panes prestados". Y así seguimos en pleno siglo XXI.

Al principio, Ana parece tener una perspectiva clara del lugar donde vive: "se había convencido de que estaba condenada a vivir entre necios; creía en la fuerza superior de la estupidez general". Esto no quiere decir que ella fuera una sabia, se deja llevar por las corrientes que la zarandean y al final la atrapan.


Clarín ha sabido crear un estilo que hace amena la lectura sin perder un ápice en profundidad, genera una lenta tensión hacia un desenlace previsiblemente fatal mientras nos va desmenuzando las miserias de la sociedad y de sus personajes. Prefiere la narración al diálogo, aunque no rehúye de este cuando es necesario para describir con mayor precisión los personajes que intervienen en una reunión, sea entorno a un baile o en el casino. Otro hallazgo narrativo son las confesiones de Ana: casi todas ellas quedan en la oscuridad para reforzar el carácter íntimo y dejar claroscuros que nos generan curiosidad y buscamos en las escenas posteriores, en las conversaciones visibles de Ana y Fermín, indagar lo que han podido contarse en el confesionario.

El escritor pocas veces pierde el pulso en este largo relato de novecientas páginas. Por ejemplo, al principio, cuando describe sucesivos personajes y comienza a ser excesivo, decide cambiar el tono narrativo y dar un giro al relato; otro momento poco acertado lo encuentro en el capítulo de la misa del gallo, francamente aburrido.

Clarín utiliza de forma recurrente el recurso argumental de los desmayos y el estado de debilidad subsecuente de la Regenta cuando se enfrenta a una situación extrema; es muy habitual en la novela del XIX y aquí forma parte del carácter histérico de la Regenta, pero abusa en extremo y llega a agotar. Reconozco que detesto este tipo de resoluciones argumentales, me parecen amaneramientos. Son modas que felizmente han dejado de tener sentido en la actualidad.


Todo esto son pequeñeces frente al genio de la estructura de la novela y a tantas y tantas escenas que no dejan de sorprendernos. He subrayado y anotado mucho y, necesariamente, tengo que hacer un resumen y dar alguna pincelada para, al menos, acercaros a la inmensidad de este libro.


La naturaleza y la pasión están unidas en bastantes momentos del relato: cuando Ana tiene la primera confesión con el Magistral y vuelve a su casa, decide no entrar, expandir sus emociones, procesarlas, dar un paseo por el campo a pesar de la hora tardía (como una enamorada); cuando el Magistral siente celos imaginando que los amantes se han refugiado en una casa de campo en plena tormenta y parte en su búsqueda ascendiendo entre maleza y chaparrones.

La sensualidad recorre el libro: la escena de Ana desnuda en la oscuridad de su habitación (escultórica pero erótica), las miradas de complicidad entre personajes, los pensamientos de tentación de Ana...

Las descripciones físicas de los personajes y de la ciudad de Vetusta (un personaje más) sobrepasan el aspecto físico para dibujar características psicológicas con un endiablado dominio del adjetivo expresivo que va más allá de la observación objetiva.


No sólo sorprende la maestría del autor, también su libertad para criticar y exponer lo peor del mundo y, de forma especial, la jerarquía eclesiástica. La ambición y miserias del clero ya hemos podido encontrarlas en otras novelas de la época, o anteriores, pero aquí hay referencias lascivas implacables, incluso una inusitada mención a la pederastia.


Como decía antes, Clarín entretiene, y mucho, al mismo tiempo que disecciona su mundo representado.

Imprescindible lectura.




Edición: Biblioteca Castro. Turner

Páginas: 900



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