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Lo raro es vivir (1997) de Carmen Martín Gaite



La narrativa de Carmen Martín Gaite tiene la inteligencia, el estilo y la energía necesaria para interesarme pero, hasta ahora, su tercera novela en mis manos, no consigue apasionarme en sus derroteros. En "Lo raro es vivir" la personalidad de la narradora y protagonista es lo que me subyuga. Algunos de sus pensamientos, metáforas, divagaciones y sueños me entibian.






Una mujer en su treintena se enfrenta a su propia vida, su pasado y su presente, tras la muerte de su madre, con la que nunca se llegó a entender. Una situación estable, trabaja en un archivo, un hombre que la apoya; un pasado más turbulento, desde su época de letrista de rock, alcohol y sexo (todo ello intuido). Esta mujer nos narra su propia confusión vital.


Me interesa la narradora, los conflictos con su pasado, con su madre, los conflictos con su presente frágil, la inseguridad, la mentira, la necesidad de amor... su complejidad no resuelta, el desconocimiento de una misma y de su propia vida (esa corriente sobre la que no reparamos habitualmente hasta que algo nos pasa). Aquí el pulso de Martín Gaite, su estilo enérgico y su mirada penetrante sobre muchos aspectos de la vida consigue apasionarnos. Aunque esta novela, llena de contradicciones, es un tiovivo entre páginas que no termina de impulsarnos, a ratos su lectura se nos hace cuesta arriba. Gemas entre arena movediza. Metáforas y circunloquios que no siempre aciertan. Disertaciones sobre Kierkegaard o el trecento italiano que no llegan a estar integradas, algo caprichosas, no importa demasiado... salvo la historia de la conquista de América contada a su gato (sic).

La autora ha incluido varias ideas que no encajan, añadidos argumentales cuyo mayor problema no es la dispersión sino la pérdida de verosimilitud: al inicio de la novela, el director de la residencia donde está el abuelo de la protagonista le propone que se haga pasar por su madre, diálogo absurdo que no aporta nada y que la autora retoma en un final tibio; la tesis de investigación sobre un hecho oscuro ocurrido en el s. XVIII, tal y como lo expone, diría que con desgana, carece del mínimo interés (lo va incluyendo cada cierto tiempo). Frente a todo esto, tenemos a esa mujer tan humana y cercana, con sus dudas e incongruencias, que nos obliga a seguir leyendo; se impone la fuerza narrativa, los recovecos que van más allá de la simple frase y, todo ello, nos hace seguir adelante. "Y la pizarra del pasado volvía a cuajarse de signos de tiza" "Me he pasado más de media vida diciéndoles a mis padres cosas que no tenían nada que ver con las que hubiera querido decirles, educando mi voz para que se acoplase a una traición que fue dejando de serlo a medida que se debilitaba la voluntad"


Los pensamientos de la narradora se entremezclan con recuerdos, fantasías y sueños, la mente pasa de una imagen a otra sin pausa ni fronteras, como nos ocurre al dejar volar la imaginación, la divagación de la mente. Se crean momentos absurdos que son parte de la vida interior de cada uno. Un acierto en la forma de plantear la estructura narrativa.


Como decía al principio, esta es una novela que nos refleja el genio de una autora que, al plasmarse en páginas concretas, no termina de fraguar en el libro.





Editorial: Anagrama

Páginas: 229

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