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Los días felices



Pablo Messiez lleva a escena una exquisita versión de "Los días felices" con una deslumbrante Fernanda Orazi. Un clásico del teatro del absurdo escrito por Samuel Beckett de difícil abordaje.






Una mujer se encuentra enterrada de cintura para abajo en un montículo de escombros. Parece que no le importa nada su extraña situación, su imposibilidad de moverse. Ella es Winnie, una mujer parlanchina que siempre encuentra motivos para decirnos que es un día feliz. La rutina diaria parece que le sirve para llenar su vida. A su lado está su marido Willie que se pasa el día dormitando o leyendo el periódico; no le hace mucho caso, casi no le habla, pero a su mujer no le importa demasiado mientras lo tenga a su alrededor y la pueda escuchar.


No sabremos por qué está enterrada: es un juego escénico para, de forma simbólica o metafórica, plantearnos varias reflexiones, además de hablarnos de la adaptación de las personas, adaptación o auto-engaño que llega hasta el punto de ver normal lo que no lo es. Las interpretaciones de la obra son múltiples y el final queda abierto también a la especulación. Tampoco sabremos el motivo de la pérdida de memoria... no importa, las reglas de la verosimilitud en el teatro del absurdo se dinamitan, asistimos a un espejo deformado para resaltar otras paradojas de la sociedad o del individuo.

"Los días felices" tiene un extraño humor cínico que brota de la situación patética de la señora y de su forma de comportarse, es un drama que te conmueve y revuelve a pesar de su alejamiento del realismo. Beckett nos desnuda un alma que, de alguna forma, conocemos.


El maravilloso reto de interpretar un personaje tan rico en matices sin apenas movilidad es un regalo que pocas actrices pueden aceptar y salir tan brillantes como Fernanda Orazi; un regalo que nos devuelve a los espectadores con su espectacular interpretación. La mano inteligente de Pablo Messiez, que ha entendido a Beckett como si fuera su discípulo, se disfruta en cada detalle de la dirección. Ha seguido el texto, con la traducción de Antonia Rodríguez-Gago (editorial Cátedra), en el que Beckett parece no dejar mucha libertad creativa con sus profusas indicaciones escénicas pero en realidad, por la complejidad interpretativa, requiere una gran inspiración en su puesta en escena.


Aunque Messiez nos dice en una entrevista en El País que el texto de "Los días felices" es una lectura aburrida y tediosa pero verla representada es maravilloso, no coincido con su apreciación (ver mi crítica en este blog ) e incluso os aconsejaría la lectura previa a la representación si no sois amantes del teatro del absurdo: evitaríais el profundo choque que podría impedir que la disfrutarais de forma plena.


La escenografía de Elisa Sanz (colaboradora habitual de Messiez) nos sorprende con una realista montaña de escombros, completada con una pantalla de vídeo con un cielo dibujado que cambiará conforme pasen las horas del día. La iluminación refuerza muy bien ese transcurrir de las horas, aunque ese foco proyectado sobre la pistola me parece una idea muy pobre. Al casi ausente Francesco Carril, por las características de la obra, no hay quien lo reconozca con su magnífica caracterización y maquillaje.


La función que nos presenta Pablo Messiez, de la mano de Fernanda Orazi, es la mejor versión que podríamos pedir de esta peculiar, genial y magnífica obra.





Texto: Samuel Beckett

Versión y dirección: Pablo Messiez

Intérpretes: Fernanda Orazi, Francesco Carril

Escenografía y vestuario: Elisa Sanz

Iluminación y vídeo: Carlos Marquerie

Ayudante de dirección: Javier L. Patiño

Producción: CDN y Buxman Producciones

Teatro Valle-Inclán 30 de septiembre al 1 de noviembre de 2020

Estreno en Madrid: T. Valle-Inclán 26 de febrero a 5 de abril de 2020

Duración: 90 minutos








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