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Los días felices (1961) de Samuel Beckett



Una historia patética que, en forma de teatro del absurdo, nos hace reflexionar sobre el demoledor conformismo y otros temas. "Los días felices" se ha representado muchas veces desde que Samuel Beckett lo escribiera y he disfrutado leyéndolo porque hoy todavía sigue vigente.







Winnie es una señora de mediana edad que está enterrada en un montículo hasta la mitad de su cuerpo. A pesar de sus limitaciones, siempre encuentra en su rutina diaria motivos para considerar que sus días son felices. A su lado, está su marido Willie que apenas habla y le hace muy poco caso. Winnie se conforma con que, al menos, haya alguien que la escuche, no hablar en el desierto.


Winnie es el paradigma del conformismo optimista. Inicia la rutina de la mañana: la oración, el cepillado de dientes, el peinado del pelo... cantar, al final del día; todos sus actos son un ritual minucioso que repite casi de forma maniática. Esa rutina entretiene y ayuda a pasar los malos ratos, nos dice.

La bolsa de basura, llena de los objetos que irá utilizando a lo largo del día, es el gran tesoro que guarda para convertir el día en algo útil.

A pesar de esa lucha por estar ocupada, por no pensar, buscar la alegría en los detalles, no puede evitar el temor de que las cosas cambien, que su marido muera y se quede sola, que las palabras la abandonen... mantiene una forzada actitud beneplácita, la sonrisa ante el menor acontecimiento positivo, el agradecimiento por no tener dolores, la alegría de sentirse ocupada hasta que llegue el timbrazo del final del día. El auto-engaño es su mecanismo de defensa ante la desgracia, capaz de ocultar, en parte, la situación paupérrima actual en la que ya vive. Su conformismo va más allá cuando se esfuerza por no encariñarse con lo poco que tiene, incluso con su bolsa, fuente de todas sus alegrías, por si un día desaparece. Esa auto-convicción de que todo va bien es ambigua: en varias ocasiones ella desliza una palabra que nos hace intuir que es consciente de que su vida es una mentira, que sus palabras son un disfraz para hacer la vida "feliz" o llevadera.

"¡Oh esto va a ser otro día feliz!" repite con frecuencia Winnie.


La situación, que parte del absurdo, es una metáfora de la realidad gris de muchas personas y la aceptación de su rutina banal. A través de este pequeño juego escénico el autor consigue enfrentarnos a la cara más patética del conformismo humano, la resignación como adaptación del ser humano pero, otras veces, esa adaptación conlleva a su propia desgracia e involución. El texto está cargado de elementos simbólicos, algunos de oscura interpretación.


Me parece un original recurso que la protagonista recurra a citas de Shakespeare, Milton, etc, como si fueran lugares comunes en su monólogo. Estas citas sugieren el carácter culto del personaje, a pesar de la situación en la que la encontramos, y sirve al autor para remarcar el deterioro mental progresivo que irá sufriendo; olvidará cada vez más, llegará a perder el hilo de su discurso, a no reconocer lo que ya sabía, incluso perderá movilidad. ¿Será su realidad embrutecedora la causa de esta regresión?


El marido es un personaje que apenas habla en toda la obra; está dibujado en un trazo más grueso: egoísta, obsesionado por el sexo, indiferente a su mujer aunque se deje cuidar por ella, siempre adormecido. Él puede caminar pero hace menos uso de su libertad que ella. Es una renuncia a la vida más radical que la de su esposa, aunque siempre esté leyendo el periódico vive a espaldas del exterior (ironía: lee anuncios de oferta de empleo para jóvenes). Su mujer envidia a su marido no porque se pueda mover sino porque adormilado todo el día no padece.


Beckett indica de forma obsesiva todos los detalles de la interpretación: las pausas, largas o cortas, los gestos que hacen, los objetos que cogen y se ponen... indicando los momentos precisos durante la declamación. Muchas de las pequeñas acciones sugieren pensamientos del personaje que no se expresan oralmente sino por la forma de realizarlas o, incluso, de interrumpirlas. Para el autor es muy importante el matiz interpretativo y aunque en muchas ocasiones tiene su sentido, resulta en otras excesivo e innecesario (sobre todo ahora que estamos acostumbrados a que el autor deje libertad a las decisiones del director en escena y acote menos).


Como siempre ocurre en un buen texto teatral, hay mucho más que analizar, hay muchos matices sobre los que hablar. La extraña frase repetida "al estilo antiguo", por ejemplo, o la referencia al encuentro con el matrimonio Shower...


"Los días felices" es una obra que, ya desde su título irónico, nos arroja a unos personajes y una situación patética no exenta de humor cínico. Un espejo distorsionado de una situación social que cada vez predomina más en nuestro mundo.




Editorial: Cátedra

Edición bilingüe (inglés)

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