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Proleterka (2001) de Fleur Jaeggy



Una magnífica novela de esta particular y genial escritora que nos lleva por su mundo y su mente inquietante. No apta para los que buscan una autora convencional. Nos puede deprimir pero encantar.







"Proleterka", nombre extraño para una novela, hace referencia al nombre del crucero en el que la protagonista y su padre viajaron hace un tiempo. El padre ha muerto, nunca se llegaron a conocer bien. La narradora irá rememorando episodios de su vida en relación con su padre y la familia, mientras nos relata las incidencias de ese crucero hacia Grecia. La figura de su abuela materna Orsola, fría y dominante como todas las personas que la rodearon, será decisiva en su infancia cuando sus padres se separaron.



Fleur Jaeggy, escritora suiza nacida en 1940, aunque reside en Milán y escribe en italiano, no ha sido muy prolífica: cinco novelas, una obra de teatro y dos colecciones de cuentos resumen su actividad literaria. Los magníficos relatos recogidos en "El temor del cielo" (1994) junto a esta novela y "Los hermosos años del castigo" (1989) son una visita obligada al extraño e inquietante mundo de la autora. El drama "El ángel de la guarda" (1971) es el único pinchazo.


Empezar a leer a Jaeggy es zambullirse en un universo solitario, frío, inhóspito, con un estilo apropiado para él, palabras y frases limpias y certeras, directas como flechas. El pesimismo no se equilibra con la sonrisa crítica que su ironía muestra de vez en cuando. Hay momentos en los que dejas la lectura, impresionado, y vuelves a leer el párrafo: los aciertos expresivos y las ideas que arroja nos obligan a detenernos para deleitarnos aunque sea lúgubre y desesperanzador.


En "Proleterka" somos testigos de la crueldad y desafección de los adultos, la hipócrita burguesía, la rigidez de las personas que rodean a la joven protagonista. Nos va contando con total naturalidad episodios retorcidos de su historia, retorcidos desde el punto de vista moral y humano (moralidad auténtica, no la pátina hipócrita religiosa y social).


La idea del vacío, del pasado embalsamado, de la muerte en diferentes formas (premonición, suicidio, asesinato) impregnan el relato; las cenizas del padre ya están presentes en la primera página. Llega a decir: somos una familia de aspirantes a suicidas.


Las relaciones familiares y la relación padre e hija constituyen el otro eje de la novela. Unas relaciones complicadas en un mundo rígido, lleno de normas, sin voz para la infancia y la mujer, que llevan a la pérdida de los sentimientos afectuosos connaturales. Una sociedad ejecutora que aniquila la voluntad de los hijos, hasta el punto de que "afirmación y negación carecen de sentido", hay que dejarse llevar, dominar por los adultos.

Nos describe el mundo antagónico del hombre y la mujer, el matrimonio impuesto, el rechazo del sexo; no hay aspectos positivos en este universo.

Las primeras relaciones sexuales de la joven están descritas con frialdad, de forma concisa, reflejo de los pensamientos de ella: más atenta a los detalles externos, "no quiere dulzura"... Forma y contenido que reflejan la forma de escribir de Jaeggy.

El mundo de la infancia también está lleno de maldad y la protagonista, en unas frases precisas e impresionantes, comparte con nosotros el descubrimiento de su primer acto perverso. El rápido desapego de algunos hijos hacia sus padres cuando son abandonados lo expresa así "No son sentimentales. Son pasionales y fríos".


El lenguaje de Jaeggy utiliza adjetivos que acuchillan desde la asepsia, la sencillez y frialdad de exposición. La ironía es un recurso habitual que utiliza para apuntalar la idea, no para quitar hierro. Su estilo puede parecer impersonal, morboso, siempre un reflejo de desencanto hacia las personas.

Algunas escenas resultan extremadamente extrañas, en el límite de la verosimilitud cotidiana, aunque encajan en el peculiar mundo psicológico de la narradora.



Fleur Jaeggy es una de las autoras más personales de la literatura del XX que, en algún aspecto, puede recordarnos a otra autora de la soledad, la frialdad y el pesimismo: Agota Kristof.



Editorial: Tusquets

Páginas:131

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