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Ricardo III


Luces y sombras en una función que cuenta con grandes hallazgos, tono desequilibrado y algunos excesos, que intentaré explicar en esta crítica. Lo más destacado es la magnífica interpretación de Israel Elejalde como un implacable Ricardo III.



Partimos de una versión libre de la obra de Shakespeare. En el programa lo dejan claro, al inicio de la función también. Perfecto, esperamos ver una obra diferente. Miguel del Arco ya nos ha sorprendido con magníficos textos que parten de un clásico. Ahí está la referencia de Misántropo.

Por tanto, es absurdo valorar esta obra en relación con la fidelidad a la obra de Shakespeare. ¿Qué quieren contarnos los dos dramaturgos de esta nueva obra? Volvemos al programa, a sus notas: la figura de Ricardo III, un tipo de persona que está presente en nuestros tiempos. Seguir las escenas de Shakespeare pero trayéndolas al presente, porque esa indeseable representación humana del poder, la manipulación, el egoísmo revestido de servicio al país, existe hoy.

Al principio de la función, Elejalde, con micrófono en mano, se dirige al público de forma directa y lo atrapa con lo que dice: el invento de la sociedad, el egoísmo del individuo...

El protagonista es un encantador de serpientes que justifica sus acciones como un maestro manipulador de la sociedad y las personas que le rodean. Un perfecto maquiavelo en el que el bien que justifica los medios es él mismo. Justificación doble cuando nos quiere hacer ver que todos miramos por nosotros mismos. Toda esa fuerza se siente en las escenas que nos llevan de la corte de época a la más furiosa actualidad y viceversa. Así pasamos, sin aparente motivo, de las escenas de corte shakesperianas, en las que el texto original reaparece, a escenas con fiestas discotequeras, vestuario guerrillero, persecución de la prensa... La intriga, la oscuridad de Ricardo III está más presente que nunca en este caos de pasado y presente.


¿Dónde están, entonces, las sombras de la función si la mezcla del pasado y el presente funcionan?

En el tono desequilibrado: la orgía acelerada del movimiento en las escenas más contemporáneas, el humor desenfadado, la energía a pleno pulmón de ese Elejalde/Ricardo III próximo a un dictador sudamericano... todo ese torbellino asfixia los momentos del drama más íntimo de Shakespeare a los que se acerca este montaje. El tono festivo, casi neurótico, de algunas escenas no permite que entremos en el drama original representado. No solo ocurre en la escena menos creíble de la obra original, cuando Ricardo convence a la viuda de la boda, sino en muchas otras. El cóctel deja de funcionar con demasiada frecuencia.


Hay guiños con la actualidad que están muy bien traídos, el rey muerto con rostro de Franco, mención a VOX, el elefante del rey, etc. En este aspecto, el genio de los autores consigue que este difícil juego esté muy bien integrado. La farsa del poder y la farsa de la función.

La interpretación de Israel Elejalde es bestial, llena la escena por sí mismo. Difícil estar a la misma altura el resto de los actores aunque, en esta ocasión, alguno ni siquiera me ha convencido. Raro este desequilibrio actoral en una de estas producciones de Kamikaze.


En resumen, me ha parecido una propuesta inteligente en la que la yuxtaposición de dos tiempos y dos planteamientos dramatúrgicos muy diferentes no están perfectamente engranados.


Texto: versión libre de Miguel del Arco y Antonio Rojano

Director: Miguel del Arco

Intérpretes: Israel Elejalde, Álvaro Báguena, Chema del Barco, Alejandro Jato, Verónica Ronda, Cristobal Suarez, Manuela Velasco

Escenografía: Amaya Cortaire

Vestuario: Ana Garay

Iluminación: David Picazo

Sonido: Sandra Vicente

Audiovisuales: Pedro Chamizo

Ayudante de dirección: Ana Noguera

Producción:

Teatro: Pavón Teatro Kamikaze

10 de octubre a 18 de noviembre de 2019

Duración:

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