La temporada teatral 2023 / 2024 en Madrid no está siendo una de las mejores, aunque siempre aparecen magníficas obras y propuestas originales que nos provocan emoción, inquietud, reflexión.
En esta temporada destacaría el bellísimo monólogo de Patroclo interpretado por Rubén de Eguía “En mitad de tanto fuego” de Alberto Conejero, la versión desnuda de “Vania 1” que Pablo Remón nos recrea con un equipo actoral impresionante, el shock que provoca la durísima “Prima Facie” con otra interpretación genial de Vicky Luengo, el teatro de máscaras de Kulunka con “Forever”, la amarga “Poncia” en cuerpo de Lolita Flores, “La madre” Aitana Sánchez-Gijón en una obra de estructura compleja y misteriosa dirigida por Juan Carlos Fisher (también en la dirección de “Prima Facie”), Lluis Homar que dirige con frescura renovada “La discreta enamorada” de Lope, el clásico “Yerma” que versiona y reconvierte en una potente obra contemporánea María Goiricelaya, la vuelta de Lola Blasco con “El teatro de las locas”, el periplo de los inefables La Zaranda, el planteamiento oscuro y filosófico de Mayorga con “La colección” o el hipnótico Claudio Tolcachir en "Rabia".
Con estrenos todavía pendientes puede haber otras agradables sorpresas o que autores de la talla de María Velasco y Juan Diego Botto nos hagan disfrutar de otra gran función. El telón sigue abierto.
Pronto veré "Dos tronos, dos reinas", una de esas obras que se difunden entre el público por el boca a boca.
Esta temporada ha continuado con la corriente teatral de temas sociales como principal tendencia, con un impulso de las obras escritas, dirigidas e interpretadas por mujeres. La escasez de presupuesto, mal crónico pero agravado tras la pandemia COVID, ha impulsado mayor número de monólogos y obras con pocos actores y paupérrima escenografía, incluso en los teatros públicos.
Si el atractivo para montar una obra depende en exclusiva del tema social que promueve (acoso, maltrato, machismo, discriminación, marginación, feminismo, diversidad de género...), sin valorar la importancia de la estructura, la existencia de personajes que no sean sólo portadores de mensaje (sin entrar en más consideraciones), nos encontramos con muchas representaciones que no llegan al espectador por ese descuido de los valores fundamentales de la dramaturgia.
El exceso de propuestas de temática similar que se montan y se publicitan exclusivamente por esa temática, provoca también saturación en el espectador. Reconozco que cuando leo el texto que la compañía teatral o la sala publican sobre la obra muchas veces pienso ¿otra más con lo mismo?
Ya sólo por esta situación los críticos teatrales deberían ser importantes: desbrozar la paja y orientar el interés que se va perdiendo por lo básico y repetido de los planteamientos.
En mi caso, no es la primera vez en estos últimos años, paso por periodos con pocas ganas de salir de casa al teatro. Motivarse supone un esfuerzo.
Así están las cosas o así las veo.
El telón sigue alzado.
