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Todo el tiempo del mundo


“Todo el tiempo del mundo” es una hermosa historia, contada como fábula, que nos habla de la vida, de los recuerdos y de lo que se olvida, de la soledad y del amor. Una obra representada con sensibilidad, con giros argumentales entre la risa, la sonrisa y la honda melancolía que se desprende de las reflexiones de su protagonista y los retazos de su pasado, con una dirección perfecta para dar espacio al silencio, al cambio de rumbo, al gesto. Un texto y una representación impresionantes, salir del teatro, pero seguir en él.







Flores tiene una zapatería de señoras. Cada noche, al cerrar su zapatería e irse Nené, la dependienta, recibe la visita de extraños personajes que le cuentan historias de su pasado, que él mismo a veces no recuerda, o del futuro. Flores, perplejo, no sabe cómo reaccionar, ¿es un sueño? ¿es real?; sin quererlo, va reflexionando sobre su propia vida, presente, pasada y futura. El tiempo parece que se ha paralizado. Primero aparece un hombre que intenta protegerse de la lluvia, después una mujer embarazada, un matrimonio en el que ella está vestida de novia, una joven... Se entrecruzan, reaparecen y Nené siempre presente cuando se han marchado, intentando que su Flores descanse, que no se agobie.


El texto nos enfrenta a preguntas filosóficas que, en algún momento de nuestras vidas, nos hemos hecho, muchas veces sin respuesta. Nuestras reacciones ante ciertos acontecimientos, como la muerte de un familiar, a veces incongruentes o con un sentimiento de no haber dicho o actuado como hubiéramos querido; el distanciamiento respecto a las personas queridas, o la falta de impulso para acercarnos a ellas, el difícil primer paso para reconocer ante el otro el amor; los golpes de la vida que vamos sobrellevando, pero cómo hacerlo; la vida gris que se eleva gracias al amor.

Desde la primera escena, con el malentendido de las clientas que se van diciendo “Y ¿qué sabrá usted?, que ni siquiera supo nunca quién fue su madre”, frase sólo oída por Flores y no por Nené, queda claro que las experiencias vividas por él van a ser como un sueño, como fantasmas de su vida, alejadas de la realidad física, pero vitales para la realidad presente y futura de Flores.

La obra sitúa en un mismo tiempo y espacio (la zapatería) toda la vida de su protagonista, pasada, presente y futura. Puede recordarnos levemente el argumento de Dickens, pero aquí interesa la vida sin cambios, como viene dada o como la vamos escribiendo, la vida como reflexión existencial. También nos habla del tiempo perdido por la memoria, a veces recuperado o inventado por lo que otros nos cuentan y, quizás, inexistente si ya nadie lo recuerda.

La obra es original, su estructura es sólida y salva la dificilísima separación/unión de la realidad y el mundo onírico, hay belleza en sus frases sin alejarse del más puro lenguaje teatral, hay profundas reflexiones que nos tocan a todos, y es un canto a la vida y al amor, con todo lo bueno y malo que hay en el periplo vital de cualquier individuo. Hay mucho de la ironía injusta de la vida pero con bellos momentos, aquellos en los que nos dejamos llevar por el amor, sin medir el tiempo.


La interpretación que hace Íñigo Rodríguez-Claro es magistral, llena de gestos sutiles, matices, nos obliga a estar pegados a su piel. María Morales, como la compañera pragmática y enamorada en silencio, consigue atraparnos en su papel, es el perfecto contrapeso al protagonista. Muy difícil el papel de hombre “mojado” para resultar convincente y lo consigue magníficamente Javier Lara

“Todo el tiempo del mundo” es una maravillosa lección de teatro.



Texto y dirección: Pablo Messiez

Actores: Carlota Gaviño, Rebeca Hernando, Javier Lara, María Morales, José Juan Rodríguez, Íñigo Rodríguez Claro y Mikele Urroz

Ayudante de dirección: Javier L. Patiño

Escenografía y vestuario: Elisa Sanz

Iluminación: Paloma Parra

Producción: Buxman Producciones y Kamikaze

Teatro: Naves del Español 24 de noviembre a 18 de diciembre 2016

Se estrenó el 18 de noviembre en el teatro Palacio Valdés de Avilés.

Reestreno en Madrid en el Teatro Pavón Kamikaze

10 al 28 de enero de 2018

Oscar Velado sustituye a Javier Lara

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