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Tres días sin Charlie


El teatro de denuncia social es una de las corrientes más importantes de la producción escénica actual. El tema de denuncia consigue la adhesión de público y crítica, en excesivas ocasiones, por encima del valor intrínseco de la obra. Por otra parte, la urgencia de exponer implica a veces una escritura inmediata, cercana a la columna o reportaje periodístico y, en el peor de los casos, en su forma más esquemática, al panfleto.

Me viene a la memoria el cine político de los años 70. Ha dejado poco que merezca rescatarse por su valor y no solo por su testimonio: alguna película de Costa-Gavras, Littin y Pontecorvo (siendo generoso).

Con la corriente actual de teatro social (o como se llame con el paso del tiempo) pienso que va a ocurrir lo mismo. La causa es clara: el mensaje es lo importante y la forma, la dramaturgia, es una excusa para enfrentarnos a la realidad, a la denuncia, resultando esquemática. Con frecuencia no suele haber personajes bien construidos; la veracidad de los acontecimientos inhibe la recreación o profundidad de las historias y la complejidad de los personajes/personas que intervienen. Incluso se recurre a la forma coral en la que los actores son una representación anónima de varios individuos.

Es difícil no dejarse llevar solo por la denuncia, pisar freno y pensar en la construcción de la obra, enriquecer los elementos que forman parte de un texto teatral y su representación.









Tres días sin Charlie recrea las reacciones de la gente en las redes tras el asesinato de doce trabajadores de la revista satírica Charlie Hebdo por terroristas islámicos. Los actores, a modo de coro, toman la voz de los individuos anónimos, literalmente lo que se escribió en las redes; en algún momento, representan a una testigo, al policía que murió... fugaces retazos que nos permiten acercarnos a personajes humanos.

Esta obra es un registro de lo que la gente pensaba, amontonado, para que el cúmulo de frases nos haga reflexionar sobre tanta sinrazón. Pero esta estructura se vuelve a romper a causa del tratamiento discursivo acerca de la tolerancia y Voltaire o por el mal chiste con Arrabal.


La representación está lastrada por dos recursos: el apoyo excesivo en una proyección que relata los acontecimientos y la repetición, hasta la extenuación, de los datos de búsqueda en google.

No es posible la lectura completa de lo proyectado, en dependencia de la butaca, porque los actores la tapan.


Una idea muy atractiva sobre el papel, pero el cementerio está lleno de buenas intenciones. Lástima.



Texto: QY Bazo Dirección: Juanma Romero Gárriz

Actores: Sofian Elbenaissati, Marina Herranz, Pedro Ángel Roca, Marta Alonso, Somaya Taoufik

Ayudante de dirección: Nacho Antelo

Dirección técnica e iluminación: Diego Palacio

Producción: Nuevo Teatro Fronterizo

Teatro: Teatro del barrio Julio 2017




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