El lunar de lady Chatterley

El lunar de Lady Chatterley es una interesante propuesta en la que destaca la interpretación de Ana Fernández en un monólogo que prometía al principio más de lo que al final ofrece.

El texto de Roberto Santiago parte del personaje de la novela El amante de lady Chatterley de D.H. Lawrence y lo sitúa tiempo después de lo descrito en ella.

Clifford demanda a su mujer por inmoralidad y quiere anular la pensión de 600 libras anuales que ella recibe y necesita para su independencia.

En la obra teatral asistimos a la defensa que hace la propia lady Chatterley durante el juicio. En su discurso va presentando pruebas e interpela al juez, marido, fiscal, como si estuvieran presentes.

Nosotros, el público, asistimos como si fuéramos el jurado.

La obra empieza con fuerza. En su exposición inicial, Lady Chatterley nos dice que no cree en la idea de la justicia, nos señala que en la sala ella es la única mujer... A pesar de las certeras disertaciones, el texto se va diluyendo conforme avanza. Por ejemplo, ella nos recuerda hechos que aparecen en la novela, como su convivencia con su marido (minusválido en silla de ruedas) o su relación con su amante leñador, que no parecen estar integrados en su discurso, sino que los menciona para situar al espectador que desconoce la novela. Pienso que esta obra funcionaría mejor si el autor hubiera escogido una mujer anónima de aquella época. Además, el personaje que vemos se aleja del descrito en la novela y ciertas actitudes resultan algo impostadas. Algunas ironías o ideas no puedo imaginarlas en boca de lady Chatterley. El momento más lamentable ocurre cuando ella se refiere a su marido, en dos ocasiones, como "el hijo de la gran...Bretaña" (el públicos se ríe las dos veces).

Ana Fernández interpreta magníficamente su personaje, perfecta burguesa en sus pequeños gestos pero desatada, cabreada y contenida cuando se defiende de la injusticia a la que se enfrenta. Consigue desde el inicio que veamos a esa mujer indefensa pero con armas, que se mueve en un tribunal del que somos testigos. Mantiene el interés, seguimos todos sus pasos, a la expectativa de por dónde va a encaminarse.

La escenografía es minimalista, finos doseles que marcan un camino a modo de laberinto, con una acertadísima iluminación. El vestido ajustado, naranja, de corte clásico, encaja muy bien con esa mujer que acude bien vestida a un tribunal. No hace falta más para enmarcar a esta lady Chatterley.

Antonio Gil sabe dirigir con acierto el personaje, aprovecha la actriz que tiene en sus manos y consigue dar un dinamismo especial a este monólogo.

El lunar de lady Chatterley es una obra interesante que se disfruta, sobre todo por la extraordinaria interpretación de Ana Fernández.