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El ángel exterminador


Inquietante, extraña y ácida idea de Buñuel que se lleva del cine al teatro. Hablar de la sociedad burguesa encerrándola en una habitación durante días. Una pesadilla surrealista que sigue sorprendiendo, que unas veces cautiva y otras contemplamos con curiosidad.








En el salón de una mansión se va a celebrar una fiesta. Los criados abandonan el servicio a última hora, todos menos el fiel mayordomo. A la fiesta acude gente de la política, abogados, médicos, famosos (más bien famosillos), en definitiva, un círculo 'selecto' de nuestra sociedad. Durante la velada vamos conociendo algunos de los personajes a través de las conversaciones banales y convencionales que se suelen dar en estas ocasiones. Cuando los primeros invitados deciden volver a su casa se darán cuenta que no pueden salir del salón. Nada lo explica, al principio ellos mismos ponen excusas para no salir pero la realidad se impondrá. Las autoridades declaran una cuarentena. En el exterior, una extraña mujer no deja de tejer mientras observa como testigo, día y noche. Dentro, las buenas maneras se irán perdiendo conforme la tensión vaya en aumento en ese encierro forzoso.


El planteamiento es el mismo que en la película de Buñuel. Los aspectos surrealistas, las reacciones y situaciones absurdas que van ocurriendo también siguen el espíritu del autor aragonés. Aparte de esto, la obra sigue su propio camino, los personajes son diferentes, contemporáneos, y las decisiones escénicas tienen sus recursos propios. No estamos ante un reciclaje de una película llevada al teatro. Hay un punto de partida que sirve para seguir ahondando en las ideas que se sugieren en la película.


Como en toda obra coral, aquí con 20 actores, las interpretaciones tienen diferente protagonismo. Blanca Portillo permite que se vayan alternando los diferentes diálogos, con un apoyo inteligente en la iluminación y en los espacios, como si fueran un primer plano fílmico, con las escenas de grupo y caos.

Todos los actores consiguen que su interpretación vuele alto y esté perfectamente integrada en el dinamismo de las escenas multitudinarias.

Iremos viendo cómo la educación, el respeto y la hipocresía dejan paso, con verosimilitud, a las actitudes más grotescas y salvajes que esconde el individuo. Algunos comportamientos, no obstante, se alejarán del realismo. Quien busque una obra realista no va a disfrutar de la representación ni de la película.


La escenografía destaca por los grandes medios utilizados que podríamos decir eficaces, si no fuera por las dificultades de sonido que existen y no se han resuelto. El Teatro Español dedica mucho presupuesto como para que el sonido llegue al público distorsionado y sea difícil entender algunos diálogos. El salón está separado del escenario por una caja de cristal, perfecto para remarcar la idea de aislamiento y, al mismo tiempo, colocar una barrera invisible, no real. Pero los medios técnicos de sonido, de forma paradójica, no han sabido superar el aislamiento. No es la primera vez que este teatro tiene graves problemas de sonido, ya ocurrió con Ushuaia. Habría que buscar responsables por semejante desatino.

En la última escena nos encontramos dentro de una iglesia, espectacular panel frontal, con un botafumeiro volando sobre nuestras cabezas.



Hay varios momentos para reseñar como, por ejemplo, la entrada por el pasillo, todos alineados, de los huéspedes y los invitados. Entrada que se repite dos veces, con idénticas conversaciones, ya desganadas algunas, con sus paradas: el convencionalismo con su toque de hipocresía y aburrimiento, las coordenadas del sinsentido, ya se apuntan como preámbulo de lo que vamos a ver.


Quizá lo que menos me ha convencido, además del sonido, ha sido el recurso de utilizar los diálogos entre sirvientes como si fueran bufones, en la línea de la parodia del teatro del Siglo de Oro (mañica incluida).


El ángel exterminador es un espectáculo teatral que no se olvida. Es una puesta en escena muy inteligente, guste más o menos.


Obra original: Luis Buñuel

Versión: Fernando Sansegundo

Dirección: Blanca Portillo

Intérpretes: Hugo Alcaide, Juan Calot, Inma Cuevas, Abdelatif Hwidar, Ramón Ibarra, Alberto Jiménez, Juanma Lara, Víctor Massán, Anabel Maurín, Manuel Moya, Dani Muriel, Alfredo Noval, Alex O'Dogherty, Francesca Piñón, Cristina Plazas, Camilo Rodríguez, Irene Rouco, Mar Sodupe, María Alfonsa Rosso, Raquel Varela

Ayudante de dirección: Carlos Martínez-Abarca

Escenografía: Roger Orra

Iluminación: Juan Gómez-Cornejo

Vestuario: Marco Hernández

Sonido: Mariano García

Producción: Teatro Español

Teatro Español 18 de enero a 25 de febrero de 2018

Duración: 130 minutos

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