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Juguetes rotos


Juguetes rotos nos cuenta una historia en la que se expone el vía crucis de los transexuales en la España reciente. La obra nos muestra los momentos más trascendentales de la vida de un transexual desde la infancia en el pueblo al retorno ya maduro. Sin restar importancia al testimonio social, he echado de menos una construcción de personajes. Destaca el trabajo de los actores.




Mario recibe la noticia de la muerte de su padre. Empezará a recordar su infancia en el pueblo, en plena postguerra. Ahora es un hombre maduro que trabaja en una oficina en Barcelona, ciudad a la que fue a vivir para poder salir de opresivo ambiente rural. Un niño tímido, amanerado, intenta ser como los demás pero acaba siendo objeto de las burlas de los compañeros, de la frustración de su padre. Del pueblo a la ciudad. Las dificultades económicas, la desorientación, el sentirse perdido, hasta que un día conoce a Dorín, una vedette que llega de París para trabajar en El Paralelo. En ese ambiente nocturno descubrirá un nuevo mundo oculto y la relación con Dorín le hará afrontar su identificación sexual. Un mundo en el que la represión social convertirá a veces sus vidas en un infierno.


Juguetes rotos acierta en el testimonio de la dura realidad social de los homosexuales y los transexuales en la época franquista. Un tema, además, muy poco tratado en el teatro. El inconveniente es que se centra tanto en los hitos de la vida de un homosexual cualquiera que cae en un veloz resumen de acontecimientos, sin apenas detenerse en la parte humana del personaje concreto. Hay dos momentos en los que la dramaturgia se vuelca en los sentimientos de Mario (las reflexiones tras la muerte del padre y las que surgen tras la 'violación' de su primo, al que quiere). Un acontecimiento que debería ser muy importante, dramáticamente hablando, lo despacha Carolina Román con tal premura que produce asombro (no lo cuento aquí por no destripar el argumento, ver más adelante*).


Otro punto que lastra la representación es la forma de narrar la historia: hay un exceso de monólogos / soliloquios y de diálogos con interlocutor ausente al que responde como si estuviera presente (un recurso que llega a agotarse).

La escenografía de Alessio Meloni es original y tiene un juego simbólico que justifica la idea conceptual. Estamos ante varias pilas de jaulas para palomas (el palomar en la terraza de la casa natal). Algunas jaulas cuelgan e iluminan el escenario con luz cálida. Otras, apiladas, forman auténticas paredes. Cuando el personaje libera a las palomas expresa su propia libertad. El palomar, su pueblo, fueron su propia jaula. Las plumas que llenan el escenario son las plumas que también forman parte de su propia vida nocturna.

El problema surge cuando este decorado es el único en toda la función y el resto de las escenas se tienen que desarrollar en un espacio que parece fuera de lugar. La obra transcurre en demasiados lugares, circunstancia lógica en un biopic novelado o filmado, y que en un escenario requiere algún cambio de decorado cuando estamos ante una dramaturgia realista, testimonial. En otro tipo de teatro, como el conceptual por ejemplo, no hubiera supuesto un hándicap.


Nelson Dante hace un genial trabajo de sonido, arropa toda la historia y trasciende más allá de lo expresado visualmente.


Nacho Guerreros hace una muy buena interpretación, en un tono comedido y ligeramente afeminado para buscar el justo equilibrio. Ha conseguido que nos siguiera interesando su discurso a pesar de los excesos. Kike Guaza nos ha atrapado con su aspecto glamuroso y frágil del personaje, la parte más humana del montaje (curiosamente).


Una obra que encantará si no buscamos más allá del docudrama, enorme, que nos ofrece Carolina Román.


Muy lejos de su maravilloso "Adentro".


Texto y dirección: Carolina Román

Intérpretes: Nacho Guerreros, Kike Guaza

Ayudante de dirección: Olga Margallo

Escenografía: Alessio Meloni

Iluminación: David Picazo

Vestuario: Cristina Rodríguez

Sonido: Nelson Dante

Producción: Producciones Rokamboleskas

Teatro Español 1 de febrero a 4 de marzo de 2018

Duración: 90 minutos

* El acontecimiento al que me refería antes es la muerte de Dorín. Ella lleva tosiendo desde la mitad de la obra, habla de una mancha en el cuello, pero le quita importancia. El tema sale un par de veces pero nunca se entrevé que Mario piense que sea grave y menos que tenga SIDA. En una escena, súbitamente, Dorín se desvanece con una tos incontrolable y le pide a Mario que la mate y lo hace, así, sin más.

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