El corazón de las tinieblas

Convertir El corazón de las tinieblas, la novela corta de Joseph Conrad, en una obra teatral es un reto muy difícil y la versión que hace Darío Facal no lo supera. El resultado escénico decepciona no solo por no alcanzar el espíritu de Conrad o no llevarnos al horror de la explotación humana en África, sino porque su propuesta desborda estatismo y nos agrede visualmente.

Marlow, alter ego de Conrad, es el narrador omnipresente de la obra. En tono pausado y neutro nos cuenta, en la voz de Ernesto Arias, el libro. Tan inexpresivo que nos adormece a pesar de las aventuras que relata. Los episodios narrados se ilustran con efectos sonoros (cadenas, explosión, soplete en la reparación del barco), como si de una emisión radiofónica se tratara.

La historia, para aquellos que no hayan leído el libro, cuenta el viaje de Marlow al Congo en la época de Leopoldo II, rey de Bélgica (1865-1909). Marlow es contratado por una compañía belga de explotación de marfil para que se ponga en contacto con Kurtz, el representante comercial de la zona. Kurtz ha desaparecido en el interior de la selva y tendrán que remontar el río con el barco. En la travesía sufren varias averías y son atacados por indígenas. Al final, encuentra a Kurtz pero éste sufre un ataque de locura y muere. Al volver a la civilización, Marlow se citará con la novia de Kurtz para devolverle la correspondencia y no será capaz de contarle la verdad.

La realidad en el Congo es muy distinta de lo que oficialmente se dice, los beneficios de la colonización son la explotación de los recursos y de los indígenas, sometidos a un terrible magnicidio.

Antes de empezar la función, Ernesto Arias nos hace una introducción histórica y de la obra durante ocho minutos (casi todo viene en las hojas que nos han entregado y ya hemos leído, si hemos querido). Luego sigue el relato lineal del libro con alguna dramatización, como la muerte de un indígena. Por otra parte, una mujer interrumpe en varias ocasiones la historia para recitarnos fragmentos del Génesis: la creación en 7 días, la creación de la mujer, la tentación del árbol, la expulsión del paraíso. Al final de la obra, nos ofrecen el encuentro de Marlow y la novia de Kurtz, casi el único momento de la función que se dramatiza. Pero... conversación larga, impostada, repetitiva, que no consigue sacarnos de la abulia.

Darío Facal nos ofrece un relato plano, sin sensibilidad, sin espíritu, sin removernos (a pesar de sus intenciones sociales). Pero hay algo más, los recursos técnicos que utiliza que se vuelven en contra del propio relato.

Los elementos técnicos audiovisuales son una poderosa arma para el teatro actual, un lenguaje que puede dar lugar a nuevas formas escénicas, una dramaturgia teatral más compleja, intensa, bella... otro nivel de lectura. Si se saben utilizar esos medios, claro. Recientemente hemos tenido dos grandes hallazgos en Mammón o Scratch.

Estos recursos (proyecciones, cámaras en directo, micrófonos, iluminación...) en la propuesta de Darío Facal se vuelven en su contra, anulan el foco de atención en la escena y llegan a molestar al espectador por su especial agresividad visual.

Hay una gran pantalla en el centro donde va colocando Javier L.

Patiño imágenes que remueve y consigue un efecto borroso desagradable. Intentas evitar esa proyección pero resulta difícil. Las imágenes incluyen documentación gráfica de la época (a veces parece una sobrelectura, como ocurre en la introducción), algún efecto performático o textos sobre el colonialismo (alguna cita muy interesante).

La ambientación musical con piano o vocal resulta lo más agradable de esta función que nos deja fríos, incluso congelados.

El corazón de las tinieblas de Darío Facal es un claro ejemplo de cómo la tecnología se puede volver en contra de la propuesta escénica.

Texto: Joseph Conrad

Adaptación y dirección: Darío Facal

Intérpretes: Ernesto Arias, Ana Vide, Rafa Delgado, Kc Harmsen

Ayudante de dirección: Javier L. Patiño

Escenografía: María de Prado

Diseño audiovisual: Javier L. Patiño

Iluminación: Manolo Ramírez

Vestuario: Ana López

Espacio sonoro: Room 603

Piano: José Luis Franco