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Tus otros hijos no te olvidan


Tus otros hijos no te olvidan tiene una gran primera parte. Un monólogo íntimo y reflexivo que llega al espectador, unos golpes geniales llenos de humor que rompen adecuadamente el discurso, diálogos jugosos. Pero en la segunda mitad decae, se vuelve monótono, incide en las mismas ideas sin progresar y malogra todo lo conseguido.



Miguel ha esperado que sus hermanos abandonaran el cementerio para acercarse a la tumba de su padre. Fue el último hijo de una familia muy numerosa, el número veintiséis. Fue el hijo al que ya nadie hizo caso, el que no contaba para nada. Un día, decidió ser él quien no contase con su familia y desapareció. Ahora quiere rendir cuentas con su padre y con él mismo.


La ironía ácida del hijo no querido fluye en un humor que evita el melodrama y nos acerca a la parte humana del personaje con una sonrisa. Hay giros humorísticos que, de forma original, se intercalan en el encuentro del hijo y el padre: la aparición de la madre, el recuerdo de infancia y la genial aparición de Cristo, son algunos. Un humor inteligente que nos produce carcajadas. Pero todo esto desaparece a la media hora y nos espera una segunda parte que va perdiendo interés, el personaje ha agotado su discurso, la monotonía gana terreno y finaliza la obra en el polo opuesto. De la alegría de ver una obra tan bien construida a la pena que produce la falta de ideas del final.


Rafa Núñez hace un gran trabajo, nos transmite su rabia, la losa de los años perdidos, las palabras no dichas; equilibra en su monólogo el pensamiento expresado y los ataques de cólera frustrada. En la segunda parte, en la que la balanza se decanta por el lamento testimonial, su voz pausada, sin cambios de tono, empieza a pesarnos en sincronía con el texto monocorde. Zaira Montes se encarga del resto de los personajes y consigue una interpretación llena de frescura y gracia. Está genial en la escena del Cristo.


La escenografía de Alessio Meloni es una maravilla. Las figuras estáticas fantasmagóricas, la red en el suelo, la luz interior en la escultura de la tumba del padre, consiguen una atmósfera bella y cautivadora con una justificación argumental precisa.


En esta obra hay una gran idea, una perfecta fusión de drama y humor original, una interpretación muy buena, una dirección bien llevada... que se agota a la media hora. Sin conocer el proceso de creación de esta función, parece que ha faltado tiempo para seguir ahondando en la estructura y grandes hallazgos de la primera parte.

Texto y dirección: Juan Vinuesa

Intérpretes: Rafa Núñez, Zaira Montes

Ayudante de dirección: Pepa Gracia

Escenografía: Alessio Meloni

Iluminación: Area Martínez

Vestuario: Paloma de Alba

Producción: Albury Producciones

Teatro: Teatro del Barrio 20 de mayo al 3 de junio 2018, domingos

Duración: 60 minutos

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