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Lehman Trilogy

Lehman Trilogy es un espectacular montaje teatral en el que predomina la narración, aderezada con toques humorísticos y algún número musical. Una obra en la que el movimiento y la palabra, sin respiración, confieren una vitalidad que entusiasma al público que acude al teatro. En mi caso, la obra me saturó, me produjo un cierto cansancio, sobre todo porque lo que cuenta, tras tres horas de función, es bastante pobre. Un fuego de artificio de Sergio Peris-Mencheta, una vez más.





La obra discurre por siglo y medio de la historia de Estados Unidos a través de la familia judía Lehman, fundadora de un negocio familiar que creció hasta convertirse en una de las empresas más importantes del mundo, Lehman Brothers, y que terminó generando en 2008 la última gran crisis económica mundial.

Todo empieza en 1844. El judío Henry Lehman llega a Estados Unidos desde Baviera y, poco después, sus otros hermanos. Entre los tres montan un negocio de venta de telas en Alabama, en plena zona de plantaciones algodoneras de esclavos. Uno de ellos será el cerebro, el otro el brazo y el tercero el corazón o "patata". A cada hermano lo conoceremos por esta característica (que insisten en repetirnos ellos mismos de forma machacona) sin mayores complejidades. Del negocio de las telas pasan a quedarse con un porcentaje del producto, el algodón, para revender; con el tiempo, serán los promotores de un nuevo negocio: intermediarios. De aquí a la banca, la bolsa, las acciones. Una generación seguirá a otra. Invertirán en todo lo que surja como posible negocio: ferrocarril, armamento, construcción, películas...

La familia Lehman, machismo aparte, se nos presenta como unos individuos admirables por su inteligencia en saber embarcarse en aquellas empresas que dan dinero.

El humor de la obra, además de entretener, es amable, consigue humanizar a los personajes: el reincidente "patata", el cortejo con la chica del columpio...


Si nos olvidamos del espectáculo, el escenario de luces, el movimiento actoral... es decir, dejamos aparte el aspecto visual y nos centramos en lo que se narra, en el texto, nos daremos cuenta de que la obra es bastante vacua. Nos proponen un tema ambicioso: "la historia del capitalismo moderno reflexionando sobre el poder destructor del dinero y la deshumanización". En su lugar, tenemos un texto que nos presenta a la familia Lehman como unos auténticos emprendedores que saben abrir nuevos caminos de negocio y que se adaptan con anticipación a los cambios que se intuyen. Un biopic sobre el modo de vida típico americano, en el que el trabajo duro, emprendedor, lleva al éxito.

La escena que hace referencia al crack de 1929 es un claro ejemplo de la nula profundización social de la obra: un número musical sonronjante basado en las personas que se suicidaron, algunos titulares y, a continuación, la reunión familiar para abordar la crisis. Ningún dato sobre las causas que provocaron ese crack ni, después, por qué se produjo la crisis del XXI.

Los actores interpretan varios personajes y multitud de extras (no más de 120 personajes, como dice la publicidad). Lo hacen con micrófono visible a la altura de la boca, que da una calidez neutra a la voz, reforzada porque gritan mucho (sobre todo en los momentos que relatan, que son la mayoría) y no paran de hablar, abruma la verborrea acelerada. Todo esto consigue que no se pueda ahondar en los personajes y que no exista una profundidad interpretativa. Reconozco el trabajo físico y mental de los actores para cambiar tantas veces de traje, la coordinación perfecta, las dotes para defender muy bien los números musicales, las dotes de movimiento. Reconozco la parte de espectáculo que ofrecen, pero que no sigan diciendo que es una gran interpretación: para interpretar un papel hace falta que exista un personaje, no un esquema o múltiples bocetos. El mérito de los seis actores, encomiable, va en otro sentido.


La escenografía es uno de los grandes logros de este espectáculo. La escena se ha montado desde una estructura vertical metálica, como si de un musical se tratara, con una plataforma semicircular en el suelo donde irán sacando mobiliario de cada escena (que se completa con la descripción narrativa que hacen los actores) y con una parte móvil que funciona como una cinta transportadora. Esta cinta facilita el recurso humorístico en varias escenas con bastante acierto (la exposición de mujeres candidatas al matrimonio). La altura superior de la plataforma permite generar varios espacios simultáneos, bien utilizada, por ejemplo, en los números musicales.


La música juega un gran papel en este espectáculo y, gracias a ella, conseguimos digerir mejor la verborrea imparable de la obra. Es un remanso de paz que, además, se disfruta por el buen hacer de los actores, por la elección de ritmos y canciones muy bien ajustados a la época y ambiente.

Lehman Trilogy no es una crónica de nuestra época, es una mención de datos de nuestra época para abordar, entre elementos chistosos y música amena, la historia de una familia que supo abrirse un camino de éxito en los negocios. Si acabó mal, eso es otro asunto que aquí no tiene relevancia.

Lehman Trilogy es un espectáculo que ha perdido el gran tren de la historia.

Texto: Stefano Massini

Versión y dirección: Sergio Peris-Mencheta

Intérpretes: Pepe Lorente, Víctor Clavijo, Darío Paso, Litus Ruiz, Aitor Beltrán, Leandro Rivera

Ayudante de dirección: Xenia Reguant

Escenografía: Curt Allen Wilmer Iluminación: Juan Gómez-Cornejo (A.A.I) Vestuario: Elda Noriega (AAPEE) Dirección musical: Litus Ruiz Composición musical: Litus Ruiz, Xenia Reguant, Ferrán Gonz​​ález, Marta Solaz Producción: Nuria-Cruz Moreno y Sergio Peris-Mencheta para BARCO PIRATA

Teatros del Canal 23 de agosto a 23 de septiembre de 2018

Duración: 180 minutos

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