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Luces de bohemia


Alfredo Sanzol nos presenta una visión de Luces de Bohemia llena de luces y sombras. Escenas que tocan nuestra fibra junto a otras superficiales, grandes interpretaciones con otras fuera de tono, ideas escenográficas mal resueltas que interrumpen el flujo dramático. Luces de Bohemia no es un texto fácil de llevar a escena. Aunque no sea lo mejor de Sanzol, merece la pena acercarse al mundo de Max Estrella una vez más.


Luces de bohemia (1920) nos cuenta las últimas horas de Max Estrella, un poeta ciego, amargado, pobre, respetado y vilipendiado, que deambula por las calles una noche en la que será testigo social de la España convulsa que, años después, estallará. Desde su hogar paupérrimo, en el que su mujer e hija inútilmente intentarán que no salga, pasando por el café, el prestamista e incluso la cárcel, vagará por las calles de Madrid acompañado por su amigo Don Latino de Hispalis, encontrándose con todo tipo de personajes noctámbulos: policías, sereno, poetas modernistas, manifestantes, putas y chulos, ladrones, anarquistas... Las situaciones esperpénticas se sucederán sin atisbo a la esperanza. Una crónica despiadada.


El texto de Valle-Inclán es denso, su tono muy variable (el patetismo da paso a lo grotesco, el drama al desenfado, etc.) personajes de muy diferente calado se entrecruzan, los escenarios cambian continuamente y el perfil íntimo y público del protagonista obliga a un difícil pulso actoral. La excelente interpretación de Juan Codina consigue que Max reviva en el escenario aunque en la última escena, precisamente, me deje indiferente. Chema Adeva es otra de las grandes actuaciones de esta función. Otros personajes son llevados con peor fortuna; recuerdo el exagerado movimiento al andar del sereno, los gritos afónicos de varios o la caracterización tópica y exagerada del poeta modernista.

Con la escenografía no he sintonizado. La idea de los espejos, a priori, es muy buena, a pesar de dejar un escenario casi desnudo (alguna mesa y el piano como casi único atrezzo). El problema surge cuando los tres enormes espejos sobre atriles son continuamente desplazados por los actores rompiendo, en bastantes ocasiones, el clímax de la obra. Diría que nos han colocado las bambalinas en medio del escenario. El contraste es mayor cuando el resto de la dramaturgia tiene un corte clásico.

La música con el piano en directo es otra idea a priori buena pero la composición es demasiado simple, monocorde y machacona (no funciona ni como elemental banda sonora).


Durante las dos horas largas de la función me he encontrado como en una montaña rusa: escenas de alto nivel junto a otras planas. Por poner unos ejemplos del inicio: el gran diálogo del matrimonio en el que Max habla del suicidio y de su hija con semejante crudeza o desparpajo y, en contra, la primera manifestación que pasa por el escenario casi invisible, perseguida por una persona con bandera (que provocó incluso risas en el público).


Retomo la idea del principio: Luces de bohemia en la versión de Alfredo Sanzol tiene el interés suficiente para ir a verla.

Texto: Ramón María del Valle-Inclán

Dirección: Alfredo Sanzol

Intérpretes: Juan Codina (Max Estrella), Chema Adeva (Don Latino de Hispalis), Natalie Pinot, Lourdes García, Jesús Noguero, Gon Ramos, Paula Iwasaki, Kevin de la Rosa, Paco Ochoa, Jorge Bedoya, Josean Bengoetxea, Jorge Kent, Ascen López, Ángel Ruiz, Guillermo Serrano.

Escenografía y vestuario: Alejandro Andújar

Iluminación: Pedro Yagüe

Música y espacio sonoro: Fernando Velázquez

Teatro: María Guerrero 4 octubre a 25 noviembre de 2018

Duración: 130 minutos

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