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El estado de sitio


Albert Camus escribió en 1948 El estado de sitio con la idea de crear una obra que no tuviera una estructura tradicional, mezclar todas las formas de expresión dramática: farsa, monólogo lírico, teatro colectivo, pantomima, coro... Algo diferente a El malentendido o Calígula. Por eso leer esta obra produce cierto desconcierto y abordarla, para llevarla a escena, exige una gran energía imaginativa que César Barló ha conseguido plenamente, siguiendo a Camus y acercándolo a nuestro incierto presente. Esta función es un auténtico espectáculo del esperpento y del cinismo que estimula al espectador a través de una patada a la médula del poder y la sociedad. Un vapuleo reflexivo y feliz.


El inicio desde la oscuridad de la sala ya resulta inquietante. Poco a poco algunos rostros se iluminan con la luz del móvil y las distintas voces, temerosas, asustadas, nos hablan de un extraño vaticinio. No entendemos qué le pasa al pueblo pero barruntamos que nada bueno. Una historia de amor, en un clima poco propicio, intenta abrirse paso. La arbitrariedad del poder que no quiere que nada cambie, que todo siga igual, tendrá que ceder ante una presencia indiscutible que acaba de llegar a la ciudad: La Peste. Este oscuro personaje se hace acompañar por una eficaz secretaria que va tachando los nombres de los que caerán fulminados. Cualquiera puede estar en la lista, incluso nosotros, sentados con los actores.

La obra nos deja una ventana abierta a la esperanza, la rebeldía es posible, aunque el círculo de lo permanente, lo que no cambia, puede volver a cerrarse.

En el espacio de La Puerta Estrecha, César Barló nos ofrece un montaje lleno de vitalidad, una función que juega con todos los elementos que Camus utilizó para, desde la farsa, el esperpento, la alegoría, el drama y el cinismo, arrojarnos un cruento retrato del poder y del indefenso ciudadano (aunque muchas veces igual de corrupto que el poder). Un espejo en el que mirarnos aunque utilice una lente distorsionadora.

Un gran acierto buscar la complicidad del público e involucrarnos, aunque sea de forma pasiva, en el terror y la inseguridad de la sociedad que retrata. Los actores nos interpelan, miran, olfatean... nos separan. En ocasiones nos quedamos en completa oscuridad...


El trabajo de los actores es impresionante. José Gonçalo Pais se transforma en una Peste llena de dobleces, amenazante y divertida, falsamente cercana o fría, susurrante o vociferante, con voz y gesto cambiante, inesperado y turbador. El papel de La Secretaria no podía recaer en otra actriz que Eva Varela, un personaje a su medida que recrea de forma deslumbrante. Sayo Almeida, actriz habitual de la compañía, encarna el personaje de la mujer acorralada, entre otros, con la fragilidad y el sentimiento que hace llegar al espectador (a pesar de ser un tempo excesivamente pausado en la parte de la súplica). Adrián Viador y Teresa Alonso son la pareja prometida que va cambiando por los acontecimientos. Todos los actores se desdoblan en muchos papeles y forman, en ocasiones, un tenebroso corifeo.


Nos presentan un espacio escénico desnudo: una sala con sillas alrededor donde todos nos sentamos, una tarima y una ventana. Un ordenador, en el que todos se turnan, para iluminación y sonido. Unos móviles que tendrán mucho juego: la luz del móvil iluminando sus rostros en la oscuridad o como en la escena, bellísima, en la que todos están en el suelo agonizando.

Los actores se mueven por ese espacio creando el dinamismo y la energía que precisa esta obra y no echamos de menos el decorado.


El estado de sitio tiene algunos momentos de auténtica farsa en los que el exceso, es el tono que precisa. A pesar de ello, la exhibición inicial de La Peste (enseñando sus calzoncillos de fantasía, etc) no aporta nada a la obra y parece fuera de lugar; tampoco lo hace el abuso de gesticulación y algunas actitudes del personaje. Es un contraste con el resto de la función que descoloca innecesariamente, aunque sea una opción buscada para que el pueblo/espectador no sepa a qué atenerse o para que acepte cualquier acontecimiento que tenga que venir.

El estado de sitio es una versión respetuosa con gran parte del texto y con todo el espíritu de la obra original de Camus, recreando algo nuevo. Una función de dos horas que disfrutas de principio a final y que te plantea muchos interrogantes.


No os perdáis esta función única. El teatro hecho con ingenio, dolor, diversión y mimo.

Texto: Albert Camus

Intérpretes: José Gonçalo Pais (La Peste), Eva Varela (La Secretaria), Sayo Almeida (La Mujer), Adrián Viador (Diego), Teresa Alonso (Victoria), Diego Ercolini (Nada), Samuel Blanco (El hombre)

Dirección e iluminación: César Barló

Espacio escénico y vestuario: Karmen Abarca

Producción: Almaviva Teatro y La Puerta Estrecha

Teatro: La Puerta Estrecha 25 noviembre a 16 de diciembre

Duración: 120 minutos

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