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Berta Isla (2017) de Javier Marías



Javier Marías es uno de los mejores escritores españoles de la actualidad. Berta Isla, su última novela, supone un declive en la carrera del escritor que me hace pensar sobre su futuro. Un declive en estilo, en lenguaje, en reflexiones y en argumento. Javier Marías tiene el doble reto: aceptar una mirada reflexiva hacia su trabajo (reconocer) y regenerar su lenguaje (actuar). No me preocupa mucho que el argumento sea flojo o que no aborde tan certeras reflexiones, porque puede ser circunstancial. Lo que me produce cierta duda es su posible recuperación de estilo y lenguaje, si no reconoce, no ve o no quiere regenerarse, simplemente.

He leído la mayoría de sus libros. Comenzó con una escritura titubeante, inmadura, allá por la década de los setenta, antes de ser un escritor con estilo propio, maduro: Los dominios del lobo (1971), Travesía del horizonte (1973) y, el último de ese período, El siglo (1983). Son libros que se leen por la curiosidad voraz de conocer todo de un escritor que admiras profundamente.

Con El hombre sentimental (1986) y, sobre todo, Todas las almas (1989), Javier Marías da un salto espectacular, alcanza su genialidad. Ha escrito alguna obra maestra como Corazón tan blanco (1992) o grandes novelas como la trilogía que compone Tu rostro mañana (2002-2007) o Así empieza lo malo (2014). Cuenta también con una gran colección de cuentos que recoge en el libro titulado Cuando fui mortal.




Berta se enamoró de Tomás Nevinson ya en la adolescencia, fueron una de esas parejas que saben que van a serlo para toda la vida, aunque el destino los ponga a prueba en numeras ocasiones, con ausencias prolongadas. La primera vez ocurrirá cuando decidan ir a la universidad, ella se quedará en Madrid y él se irá a estudiar a Oxford porque su familia es inglesa. Tendrán sus historias con otras parejas, pero eso no interferirá en su proyecto de casarse y vivir juntos. Tomás es un joven superdotado para las lenguas y tiene una habilidad especial por su capacidad de imitación. Un hecho violento y fortuito le obligará a aceptar una oferta que ya le hicieron y rechazó: formar parte del servicio secreto inglés. Conseguir compatibilizar una vida normal con otra oculta, para su mujer y para todo el mundo, tendrá sus complicaciones. Nunca sabes cuándo vas a volver.


Javier Marías utiliza diferentes formas narrativas para entrelazar las partes de la historia de una pareja a lo largo de varias décadas. Desde el estilo indirecto con un narrador que no cuenta todo lo que sabe hasta el relato en primera persona, infrecuente en el autor. Es un recurso que le permite contar desde diferentes punto de vista la historia y lograr que gran parte del misterio permanezca.

En Berta Isla aparecen los elementos y signos personales del autor. Temas sobre los que le gusta reflexionar: los límites de la confianza, la convivencia de la pareja, la identidad, el paso del tiempo, la justicia, el azar que se manipula pero es al mismo tiempo incontrolable... por mencionar algunos. Su forma de escribir pausado, el matiz en cada pensamiento, la frase que se alarga en una sucesión de precisiones sobre la misma idea. Una lectura que te envuelve en un río de corriente tranquila, un mundo en el que transcurre la vida de los personajes, en el que siempre hay alguna laguna que desconocemos, al igual que les ocurre a ellos.


Como decía al principio, hay dos grandes problemas en esta novela. El argumento en la parte central del libro, toda narrada en primera persona por Berta, no evoluciona, los pensamientos y dudas de la protagonista se repiten, los matices son poco significativos, llega a cansarnos. La novela se recupera cuando volvemos a saber de la vida de Tomás y empiezan las revelaciones (en cualquier caso, ya sospechadas). Incluso esta parte no tiene una justificación sólida para que el personaje confiese, de forma profusa, lo que le ha ocurrido a un tutor de Oxford que no ha visto en veinte años y casi ni le recuerda.


Hay momentos narrativos de gran fuerza, de especial intensidad. Por ejemplo, cuando Berta queda veinte años después con su primera pareja sexual, el banderillero (escena dura, patética), cómo lo observa desde la terraza, sin contestar a sus insistentes llamadas o el último encuentro entre el suegro y Berta, con el presente de su hijo desaparecido.


La mayor decepción nos la llevamos con el lenguaje arcaico, rebuscado, impostado que utiliza Marías en esta novela. Una involución que ha superado los valores que nos transmite en sus reflexiones, casi siempre certeras. Da la impresión de que Marías se ha encerrado en su mundo, sus ideas y su forma de expresarse sin buscar oxígeno, evitando de forma consciente la evolución que toda persona debería tener si sigue viviendo. Quizá un regodeo en uno mismo, una defensa contra este mundo que no le gusta y que decide rechazar en muchos aspectos. Llega a un punto en el que narrador y personajes se expresan todos igual, como lo hace el autor en los artículos; no se molesta en crear personalidades diferentes con dicciones también diferentes.

Algunos ejemplos de expresiones poco afortunadas (del narrador/autor): "la vio con claridad meridiana", llamar "mirada apreciativa" a la mirada de deseo, "se estrenó" (sexualmente)...

Berta Isla es una novela que terminas de leer con cierto sabor de decepción. Es un libro que conserva algunos rasgos de la mejor narrativa de Javier Marías pero todo contaminado por una forma de escribir caduca.

Editorial: Alfaguara

Páginas: 544

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