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La noche que amé a Pasolini


La noche que amé a Pasolini es un retrato del joven que asesinó al cineasta Pier Paolo Pasolini. Un retrato que va más allá del asesinato y su encarcelamiento, los motivos quedarán difusos, nos habla de su vida, sus sueños de infancia, su deambular nocturno por las calles de Roma. Una obra que utiliza varios lenguajes, una obra que escapa en ocasiones del realismo testimonial y busca un lugar, como el personaje, onírico, lleno de evocaciones líricas.


Giuseppe Pelosi, es un chapero que confesó haber matado a golpes a Pasolini, aunque cuarenta años más tarde y después de haber pasado nueve en la cárcel cambió su declaración. La historia no transcurre de forma lineal, en varios momentos somos testigos del interrogatorio policial, volvemos a su infancia, a las esperanzas de ser un famoso jugador de fútbol o llegar a las estrellas, cuando su madre le decía convencida que tenía todo un futuro prometedor por delante.

Su historia está enmarcada en la realidad italiana del momento: la música de la época, los noticiarios y otros recursos, son utilizados para situar los hechos en su contexto.

En la obra hay escenas que permitían un mayor desarrollo, ahondar en algunos aspectos que se tocan de forma fugaz. La obra no nos muestra cómo llega a prostituirse ¿qué pasó entre su niñez y su juventud? Un aspecto importante que hubiera dado hondura al personaje. Nos ha faltado un poco más de cuerpo. A pesar de ello, tal y como la hemos visto en esta primera presentación, deja muy buen sabor de boca.


Fernando Sainz de la Maza nos convence en los diferentes registros de su personaje aunque echo de menos una interpretación más carnal, una madurez actoral que está todavía por llegar. Como ya he dicho, su trabajo es eficaz pero no brillante, cuando este tipo de papel daba para mucho más. Rubén Frías interviene en un segundo plano, podría parecer un simple apoyo aunque se revela fundamental en la dramaturgia creada, funciona muy bien como segundo plano. Canta estupendamente, por cierto.

En una función en la RESAD no se puede pedir mucho a una escenografía que, obviamente, ha de ser básica. El recurso de una cortina como separación de dos escenas o mundos y, por otra parte, como ese mar de olas con el que sueña el protagonista, es una forma inteligente de sacar partido. Esta primera obra de Pablo Martínez Bravo, que él mismo dirige, nos hace pensar en un futuro muy prometedor.

Texto y dirección: Pablo Martínez Bravo

Intérpretes: Rubén Frías, Fernando Sainz de la Maza

Escenografía: Paola de Diego

Iluminación: Álvaro Nogales

Vestuario: Pier Paolo Álvaro

Teatro: 14, 17 y 18 de diciembre de 2018

Duración: 70 minutos

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