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Los otros Gondra (relato vasco)


"Los otros Gondra" nos habla de la herida vasca, de la violencia que acabó con tantas familias, de la división social, del silencio de todos, de decisiones o hechos que pudieron ser diferentes. Pero también de la tierra y las raíces de la familia, de la exclusión, de los otros que son apartados. Todo contado desde el sentimiento, la cercanía que todavía nos sobrecoge a todos, con un tono de documento, con un lenguaje teatral que juega a la autoficción y el metateatro que da sentido a la propia narrativa, a las vueltas que el autor y, al mismo tiempo, protagonista de la obra no ha conseguido eliminar de su cabeza. ¿Qué ocurrió en su familia y a dónde se dirige? ¿Cómo acabar con la grieta familiar y con la de la sociedad vasca?

Una experiencia que he disfrutado plenamente sin haber visto "Los Gondra", la obra que se estrenó hace dos temporadas y ahora se repone.


Borja Ortiz de Gondra vuelve a contactar con su familia al recoger un premio por su obra Los Gondra. Se fue de su tierra hace mucho tiempo, para tener su propia vida con su marido en Nueva York. Su prima Ainhoa le abordará en una plaza para decirle que no fue así como ocurrieron los hechos, no como se describen en su obra. Pero todo el mundo prefiere guardar sus secretos, no remover, mejor el silencio, que acaba convirtiéndose en una presencia, en una losa que no permite cicatrizar las heridas pero sí entumecer el pasado, ¿y olvidar? Ni siquiera su madre, su ama, querrá ayudarle a esclarecer el pasado familiar.

¿Qué pasó en un frontón de Algorta, en 1985, cuando se encontraron su prima y su hermano? Un frontón en el que apareció una pintada, una diana con las iniciales J.M. que lo señalaban por no haber pagado el impuesto revolucionario y que, dos años más tarde, acabó asesinado.

Ahora el caserón familiar se queda sin descendientes que lo ocupen, la tumba familiar en la que reposan los restos de los Gondra desde hace 120 años, puede perderse si no se renueva... Allí no están enterrados los excluidos, los otros Gondra, como la rama familiar de Ainhoa.


En la obra se entremezclan los tiempos, el recuerdo o la reconstrucción o quizá simplemente ficción. El encuentro en el frontón se irá repitiendo, diferente cada vez, es el centro de la historia, es el momento que cambió las vidas de los Gondra, el enfrentamiento del hermano con su prima Ainhoa. También las conversaciones de Borja con su madre respiran el aire del quizás no fue así, pero así necesito contarlo. Una madre dura, sarcástica, punzante con el hijo recuperado aunque no del todo aceptado por irse, por ser maricón, por desinteresarse de su familia ¡quién sabe!

Dejemos al espectador con el documento o la ficción que nos permite la mirada del autor y que cada uno saque sus propias conclusiones.


En ocasiones el autor / personaje rompe la cuarta pared y habla al público directamente, con pudor y también sin él (todo en mezcolanza). Se pregunta, nos pregunta ¿el teatro puede servir para cerrar heridas? La autoficción ¿se acerca más a la realidad o juega con ella y sigue siendo ficción? ¿Cómo contar los huecos de la historia siendo fiel a ella misma?


En esta obra los personajes representan, en cierta forma, claro, las distintas actitudes del pueblo vasco en relación al terrorismo de ETA (por cierto, ni terrorismo ni ETA se mencionan directamente). La madre (la ama) que tomó la decisión del silencio, para no remover el dolor del pasado, para vivir el presente; la prima, que no supera el dolor por ser apartada, convencida de que hizo lo que tenía que hacer y que no debe pedir perdón; el autor, que quiere romper el silencio, sacar a la luz todo para poder realmente cicatrizar; la sobrina inmigrante que, como gran parte de los adolescentes, manifiesta su desinterés por el pasado.

Sonsoles Benedicto hace una interpretación memorable como la ama, una roca llena de ironía, gesto y mirada de excepcional determinación que, al mismo tiempo, sabe jugar con el tono de madre condescendiente y burlona. Joaquín Notario, como Borja, siempre un gran actor, nos regala una interpretación sensible, convincente, con algún momento de fragilidad o impotencia que en la interpretación de Jesús Noguero (en el mismo papel en 2019) nos transmitía más fuerza, nos volcaba el corazón de un personaje perdido que intenta abrirse paso en la realidad desde el descubrimiento del pasado. Cecilia Solaguren, Ainhoa, encarna la mujer dura, implacable, resentida, que ha tenido que hacer frente al rechazo, con su tono y sus gestos, sus brazos y puños, tensos y acerados, ahora luchadora por buscar un hueco a su nueva familia. Lander Otaola, el hermano, tiene el papel más convencional con gran fuerza en su enfrentamiento con su prima, el trágico momento de la impotencia, la incomprensión y la flaqueza; hoy, las escenas en las que aparece borracho las ha interpretado con convicción, mucho mejor que en el estreno.


Josep Maria Mestres dirige la función con esa aparente facilidad que tienen las buenas direcciones. Transita de una escena a otra, de un estilo dramatúrgico a otro, con facilidad. Gran acierto ese movimiento pausado de danza que intercala entre algunas escenas. Los actores se entremezclan (diferentes épocas, momentos) con naturalidad. El ritmo de cada escena es el que precisa.

La escenografía juega con dos partes del escenario: la entrada al caserón y el frontón de hormigón que está partido por una grieta (simbolismo acertado). Muy importante la iluminación de Juanjo Mestres que consigue la necesaria atmósfera de este relato y realiza un brillante trabajo.

La profundidad de este relato vasco está muy por encima del libro Patria, con el que se relaciona en los artículos que hablan de esta función. La obra teatral, concisa y llena de interrogantes, con un texto profundo y a veces poético, consigue ir mucho más lejos sobre la realidad vasca que ese banal libro de superventas.


Hay algunos puntos en la obra de Borja Ortiz de Gondra que suponen un ligero lastre. Por ejemplo: la ausencia de un personaje que no haya perdonado, que todavía tenga rencor por haber sufrido el injusto asesinato de algún familiar; el personaje de la hija negra adoptiva de Ainhoa con una presencia inicial algo abrupta y una actitud demasiado remarcada (Fenda Drame ha mejorado mucho a nivel interpretativo en estos dos años); la automirada del autor y protagonista que, en algún momento, es demasiado narcisista. Aspectos que no impiden que sea una maravillosa obra que sorprende, que maneja y entremezcla diferentes técnicas teatrales con perfecta transición gracias a la magnífica dirección de Josep Maria Mestres y al gran texto de Borja Ortiz de Gondra.


Una función que nos hace reflexionar, que arroja muchas preguntas y nos acerca a una realidad para que no olvidemos que todavía está esa grieta, aunque no sea noticia, aunque permanezca manchada por el silencio y la oscuridad.


"Que repongan Los Gondra ¡ya!" pedía en 2019 y llegó en 2021 la trilogía completa.

Texto: Borja Ortiz de Gondra

Dirección: Josep Maria Mestres

Intérpretes: Sonsoles Benedicto (la ama), Fenda Drame (Edurne), Joaquín Notario (2021) y Jesús Noguero (2019) en el papel de Borja, Markos Marín (Juan Manuel hoy), Borja Ortiz de Gondra, Lander Otaola (Juan Manuel joven), Cecilia Solaguren (Ainhoa hoy), Ylenia Baglietto (Ainhoa joven).

Escenografía: Clara Notari Vestuario: Gabriela Salaverri Música original: Iñaki Salvador Coreografía: Jon Maya Sein Iluminación: Juanjo Llorens Diseño de videoescena: Álvaro Luna (AAI) Ayudante de dirección: David Blanco

Producción: Teatro Español

Teatro: Valle - Inclán Del 30 de octubre al 20 de noviembre de 2021


Estreno en Madrid: Teatro Español Del 10 de enero al 17 de febrero de 2019

Duración: 90 minutos

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