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Suaves


Una relación madre e hija tortuosa y claustrófobica, impregnada de sentimientos depresivos. Diálogos absurdos que no entendí. Dos grandes interpretaciones para una obra aburrida, muy aburrida.


Como aficionado al teatro y espectador frecuente he visto de todo y he disfrutado con muchas y diversas formas de hacer teatro. Mis gustos son eclécticos en cualquier expresión de arte: pintura, teatro, literatura, música, escultura...

No comparto salir de una obra sin entender nada y admirarla, no comparto que en base a la gran profundidad no sea inteligible la propuesta del autor de turno y deba aceptarla embobado, incluso extasiado. Mi comentario está justificado porque hay una cierta corriente de dramaturgos españoles que son considerados geniales por crítica y público sin entender lo que han visto (aquellos que se atreven a manifestar honradamente su ignorancia). A cierta edad, después de haber leído y visto mucho (sin falsa modestia), no acepto que me vendan gato por liebre, que la burbuja de la burbuja pretenda ser algo profundo e inextricable.


Lejos quedan obras de Gon Ramos, como Yogur Piano o Un cuerpo en algún lugar, sugerentes de una carrera muy prometedora.


Poco puedo contar de este desvarío llamado Suaves, ni siquiera dar una semblanza de la propuesta. Un salón con una madre y una hija, siempre encerradas, con un padre ausente. Dos mujeres deprimidas, con algún brote histérico, que se sienten fracasadas, bueno, la hija quiere ser una fracasada como su madre. La madre se comió el brazo del padre, de azúcar, y la hija le ruega que no vuelva a hacerlo. Al final la madre, tras vendarse los ojos, se echa encima un frasco de azúcar que debe ser el padre o la forma simbólica del padre (ni idea). La hija descubre los restos y nos dice que todavía quedan los ojos... ¿Sigo?


Reconozco que las dos actrices hacen un estupendo trabajo, a pesar de esos diálogos sin sentido, son capaces de transmitirnos una relación agobiante, dependiente, obsesiva. Gracias a ellas la función se va soportando a pesar del aburrimiento y la desesperación en la que caí al poco de empezar la obra.


No recomiendo esta obra salvo para aficionados a la corriente de teatro absurdo con visos de profundidad (pseudoprofundidad diría).

Texto, dirección y espacio escénico: Gon Ramos

Intérpretes: Esther Ortega, Carolina Yuste

Teatro: El Pavón Teatro Kamikaze

6 de febrero a 2 de marzo de 2019

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