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Las canciones


Empiezo la temporada teatral con Las canciones, la nueva obra de Pablo Messiez, tras uno de los veranos madrileños con menos actividad sobre los escenarios en los últimos tiempos.

Las canciones es una obra concebida a partir de la inspiración de Chejov y el significado de la música en nuestras vidas, con texto, dirección y concepción de Messiez.

Una obra desconcertante que me ha puesto difícil empezar a escribir de nuevo en esta sección del blog. Al salir del teatro todavía estaba asimilando qué había visto, las emociones contradictorias que me había provocado. Una función con brillos y sombras, con genialidades y debilidades, en resumen, irregular. Apasiona por las ideas que transmite, a veces expresadas con lirismo, por la maravillosa música que ha seleccionado y, por otra, decepciona por el débil esqueleto dramatúrgico, con unos personajes y algunas escenas necesitadas de mayor desarrollo.

El teatro es emoción y si te dejas llevar por ella, la vas a disfrutar.


Dos mujeres y dos hombres sentados en sillas, en la oscuridad, se levantan por turnos y cada uno pone una canción diferente. Serios al principio, con la música empezarán a mover su cuerpo. Canción italiana, francesa, americana y flamenco serán las cuatro primeras que oiremos. La música es la protagonista de la vida de los personajes: tres hermanos, dos mujeres y un hombre, tras la muerte de su padre, vivirán en un estudio musical, aislados, dedicados a solo escuchar música, huyendo del mundo. La mujer del hermano, madre de un bebé, no termina de entender qué hacen allí encerrados tanto tiempo. Dos inesperados músicos aparecerán en escena y cambiarán sus vidas o no.


Es una obra en la que el drama, el absurdo y el humor se entremezclan. Unos personajes de vidas estancadas y obsesionadas por la música, que es enfermedad pero también cura, una forma de vivir a través de las emociones que provoca; la música y el silencio, la ausencia de palabras innecesarias, la escucha.

Y, por supuesto, esa música contagiará al público.


En la obra nos encontramos con situaciones llenas de ironía, a veces reforzadas por el nombre de algunas escenas que aparece en un sobretítulo en el escenario. Hay monólogos que calan por su reflexión, a veces plenos de lirismo (la mirada en el espejo, por ejemplo), diálogos apasionados (la mujer que es escuchada por un extraño después de tanto tiempo ignorada) y momentos de genial absurdo (el efecto de la música sobre un personaje porque habla de la vejez). Pero también hay muchos diálogos paupérrimos y situaciones poco trabajadas, apresuradas (la relación de algunos personajes, por ejemplo) y, lo más importante, un flojo texto que se salva por la música y por esos escasos momentos que nos demuestran que detrás hay un dramaturgo que puede darnos mucho más.


La importancia de la música y las canciones que ha seleccionado Messiez, que en la mayoría disfrutamos enteras, es la estructura sobre la que gira esta función hasta el punto que podríamos ver esta función como un musical o una performance. Es una obra en la que tiene menos importancia el texto que la idea de la música y su repercusión en las personas, en los personajes, en Messiez, en el público. Parece que el argumento y su desarrollo han sido un cuerpo liviano para envolver la idea que realmente le ha interesado para montar la obra: la escucha y el significado de la música en la vida de todos. La música como vehículo de emociones, como recuerdo asociado a nuestro pasado, como energía que nos obliga a movernos, como medio de felicidad, algo cercano a la espiritualidad (no en sentido religioso).


Hay que destacar el trabajazo interpretativo, coral e individual, de todos los actores.



En el entreacto de quince minutos se nos invita a permanecer en la sala si queremos escuchar música, con los ojos cerrados o abiertos, con el movimiento del cuerpo, incluso bailar. Nina Simone se apodera de la sala.

Texto y dirección: Pablo Messiez

Intérpretes: Javier Ballesteros, Carlota Gaviño, Rebeca Hernando, José Juan Rodríguez, Iñigo Rodríguez-Claro, Joan Solé, Mikele Urroz

Escenografía y vestuario: Alejandro Andújar

Iluminación: Paloma Parra

Ayudante de dirección: Javier L. Patiño

Sonido: Joan Solé

Coreografía: Lucas Condró

Producción: El Pavón Teatro Kamikaze

Teatro: El Pavón Teatro Kamikaze

29 de agosto a 6 de octubre de 2019

Duración: 105 minutos

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