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Ecos


Ecos cumple con los requisitos que se piden para montar una obra, por lo menos es lo que parece en España: teatro social y, como refuerzo, perfil feminista. Esta corriente empezó hará un lustro, si no falla mi memoria; al principio era un reclamo para el público que busca algo más que teatro de entretenimiento, luego parecía una moda, ahora, con la perspectiva del tiempo, es una corriente que invade los escenarios.

Con esto no quiero decir que no me parezca bien, que no pueda haber excelentes propuestas más allá del mensaje, que no se pueda hacer teatro que no caiga en panfleto o maniqueísmos, que no se permita al espectador pensar por sí solo, no digo eso. El problema del teatro social es que vendida la idea muchas veces no van más allá, se descuida cualquier otro aspecto; con la denuncia (necesaria) se llega al espectador. Personalmente, el teatro social me produce la misma desconfianza inicial que sentía, en mi juventud, ante aquellas películas que anunciaban estar basadas en hechos reales.

Así que me planteo, tras decenas y decenas de obras sociales vistas:

¿Asistiré a una función de muñecos que se mueven en escena, conforme al torbellino social, sin ninguna identidad individual? Al fin y al cabo todos somos ninguno...

Ecos también forma parte del teatro narrativo, en el que prima el relato y anula la acción en escena. Aquí sí afirmo que esto es una lacra y la antítesis del hecho teatral. Hay excepciones pero, eso, son excepciones.


Aspecto social de denuncia en Ecos: dos mujeres que son utilizadas como objetos sexuales y procreadores en dos contextos diferentes de la historia. Una mujer que decide dar salida a su vida ofreciéndose como esposa voluntaria de algún militar del imperio británico en India y otra que se deja convencer por la búsqueda del paraíso en la tierra apoyando a los combatientes del estado islámico. La idea es muy interesante, no cabe duda.


La estructura de Ecos: dos monólogos simultáneos en el que las actrices nos narran todo lo que les va ocurriendo. Sin más actores, reproducen las voces de los otros personajes; incluso Silvia Abascal imposta la voz (una técnica bastante pobre y que debería haberse superado en este siglo).


La resolución del conflicto: las mujeres se dan cuenta del engaño, de su propia explotación y de la brutalidad de esos hombres. Ambas intentarán emprender un camino de huida y regreso.



Las dos actrices se dirigen al público para contar su historia de forma alternativa, siguiendo una lógica de situaciones parecidas. Así, se consigue establecer un paralelismo en el que resalta que la condición de la mujer, con independencia del tiempo y la religión, siempre ha sido la de ser sometida por el hombre.


No hablan entre ellas, pero se miran, se mueven, se entienden en ese profundo drama en el que sus vidas se convierten. Algunos movimientos en escena resultan muy sugerentes.

De forma inteligente se evita el melodrama o el excesivo patetismo, ellas narran sus historias con objetividad (al existir poca dramatización el drama recae en el tono narrativo que nos ofrecen).

Las dos actrices defienden bien sus papeles dentro de las limitaciones impuestas por la estructura de esta obra.

Ecos me habría convencido si hubiera traspasado el relato. Estas dos terribles historias merecían ser llevadas a escena con mejor inspiración.

Texto: Henry Naylor

Traducción: Gonzalo de Santiago

Dirección: Livija Pandur

Intérpretes: Silvia Abascal y Nur Levi

Producción: Pincheform Producciones S.L. y Teatro Español

Teatro: Español 14 de noviembre a 1 de diciembre de 2019

Duración: 80 minutos

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