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Antonio y Cleopatra



No es nada fácil representar "Antonio y Cleopatra", el protagonismo de la historia de amor y la lucha de poderes en Roma, con sus batallas, adquieren la misma importancia. Al menos, dar vida a la historia que nos cuenta Shakespeare no debería ser tan complicado. Claro que, para eso, los actores y el director deben tomarse en serio la representación, aunque hayan decidido esbarar hacia la comedia.






Resulta difícil entrar en una obra que empieza con un diálogo fuera de escena que no se oye bien y con una primera escena de Cleopatra y Antonio que nos aboca al vodevil. Vicente Molina Foix y José Carlos Plaza, desde el respeto al texto original, han decidido interpretar algunas escenas desde el humor a través de la sobreactuación y se va apoderando de toda la seriedad del drama. La historia de amor es un juego, con alguna ambigüedad, pero banal; los diálogos políticos y la lucha por el poder son escenas pesadas, algo farragosas... Aunque no sea una de sus mejores creaciones, Shakespeare escribió diálogos ingeniosos, hay tensión argumental entre los vaivenes de la relación amorosa y existe un enfrentamiento entre Octavio y Marco Antonio que tiene garra y ritmo. Aquí no queda rastro.


Ana Belén interpreta a Cleopatra de forma histriónica, gesticula con una declamación exagerada, movimientos abruptos y tono hiperbólico; cuando se desgarra o quiere engatusar al amante mira con ojos "avispados". Lluís Homar se mueve y declama con elegancia propia de galán que, en ocasiones, cae en la caricatura. Ni uno ni otro tienen la edad apropiada para el papel aunque tampoco debería de ser un inconveniente.

Pero no son los únicos que sobreactúan, es la dirección buscada por José Carlos Plaza. El drama parece adquirir una función, superficial, para mover a los personajes a situaciones extremas que permitan dar ese otro tono... hasta el punto de que el público se ríe cuando en realidad hay auténtico drama (entiendo esa desorientación). Javier Bermejo camina por las tablas, no como un imberbe Octavio, sino como un airado jovenzuelo que eleva el cuello para compensar su baja estatura (lo digo con todo el respeto). Ernesto Arias es el actor más creíble del elenco, aunque su caída final está acorde con la ausencia de verosimilitud interpretativa imperante.


Todo lo que veo en el escenario me ha parecido un auténtico despropósito a excepción del vestuario y la iluminación que me parecieron dignos. La escenografía es funcional, con una austera y elegante frialdad, con múltiples recovecos para facilitar la entrada y la salida a los personajes en las numerosas escenas de la obra; se apoya mucho en la iluminación.


Sinceramente, mi lectura de esta obra (en agosto de este mismo año) estaba muy alejada de esta versión de comedia - con momentos serios. Me ha resultado paradójico porque el texto estaba en escena pero no el espíritu. Las interpretaciones y las versiones pueden ser libres, ya lo he dicho en numerosas ocasiones, pero el resultado tiene que ser válido en sí mismo. Aquí naufraga, desde mi punto de vista, claro.




Texto: William Shakespeare

Traducción y versión: Vicente Molina Foix Dirección: José Carlos Plaza

Intérpretes: Ana Belén, Lluís Homar, Ernesto Arias, Javier Bermejo, Rafa Castejón, José Cobertera, Elvira Cuadrupani, Israel Frías, Carlos Martínez Abarca, Luis Rallo, Olga Rodríguez, Fernando Sansegundo Escenografía: Ricardo Sánchez Cuerda Iluminación: Javier Ruiz de Alegría

Vestuario: Gabriela Salaverri

Producción: CNTC / Festival internacional de Teatro Clásico de Mérida

Teatro: Teatro de La Comedia

Del 23 de septiembre al 7 de noviembre de 2021 Duración: 2 horas 40 minutos (más 15 min. de descanso)








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