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Betty (1951) de Georges Simenon



Apasionante retrato de una mujer que ha echado por la borda su vida acomodada y se encuentra a la deriva, en un estilo narrativo que da fuerza y ambigüedad al relato.





Este libro no pertenece al género policíaco que tanto éxito le deparó a Georges Simenon con su comisario Maigret, un personaje parco pero de mirada profunda y observadora que ahondaba en las miserias humanas durante sus investigaciones, protagonista de cerca de 80 novelas.

Simenon escribió más de un centenar de obras fuera de este genero, novelas que él llamaba "romans durs" o "novelas duras" y "Betty" es una de ellas.


Conocemos a Betty una noche de sexo y borrachera en la que llega a un tugurio de mala muerte, el Trou, donde se topa con su "ángel de la guarda", una mujer llamada Laure que es la amante del dueño del bar, Mario. Betty es una joven desesperada que lleva varios días de borrachera en borrachera y de hombre en hombre. Laure la rescatará de un médico heroinómano y la alojará en un hotel cercano donde ella vive. La recuperación de Betty será larga y en las conversaciones entre las dos mujeres iremos conociendo el pasado de Betty, mujer casada y con dos niñas que ha sido expulsada de su hogar...


Más allá del atractivo argumento que nos genera la curiosidad por saber cómo una mujer bien situada se encuentra en ese estado de desesperación, a la deriva, y por saber cómo va a evolucionar la historia, nos atrae la ambigüedad de Betty, los sentimientos encontrados que nos provoca. Simenon no juzga a sus personajes y nos deja (aunque siempre oculta datos, motivaciones) que seamos nosotros los que vayamos construyendo nuestra propia opinión. La fuerza de la protagonista se encuentra en sus claroscuros, en esas decisiones que va tomando y la llevan a la quiebra; sin olvidar que su destino también está marcado por los hombres que la rodean, el machismo imperante y la sociedad convencional que aplasta la libertad de la mujer (el episodio de la maternidad no tiene desperdicio). Betty es una joven infeliz que nos impulsa a la compasión y, al mismo tiempo, es deshonesta, destructiva... ella misma no se comprende y, llegado a un punto, decide dejar de analizarse, de juzgar sus actos.


Otro cualidad destacable de esta novela es el punto de vista que adopta y la atmósfera que nos transmite. El narrador nos deja en manos de Betty, nos acerca a ese mundo de borrachera y pérdida de rumbo desde sus primeras páginas; nos arroja a la confusa mente del personaje, sin darnos muchos datos más, pegados a los pensamientos, recuerdos y obsesiones de la protagonista. Su desconcierto es el nuestro, la subjetividad del relato es la de ella.


Georges Simenon es un escritor de palabras justas, las necesarias para describir un pensamiento, un ambiente, una escena. En ocasiones nos alcanza con su precisión y nos deja heridos.

"No estaba triste. Hacía tiempo que la tristeza había quedado atrás." "Se hallaba entre personas, pero la existencia de éstas no era más real de lo que lo había sido por la tarde, cuando caminaba por las calles. La gente pasaba y pasaba. Algunos la rozaban, a veces la empujaban, y ni uno solo se había dado cuenta de que también ella era una persona, un ser vivo." Dos frases que expresan de forma maravillosa lo que puede significar la soledad y la depresión.

El concepto castrante de la maternidad: "a partir de ese momento ya no se habló más de mí, sino del niño que iba a nacer. O, si se hablaba de mí, era en función del niño, que era lo que más importaba. Ya era madre incluso antes de dar a luz."


A pesar de todo lo que he contado, esta novela no alcanza su perfección por dos problemas estructurales. Por un lado, hay una precipitación en la intimidad de las dos mujeres y un exceso de dedicación maternal, no matizado, en el cuidado protector que vuelca Laure sobre Betty. Al menos, así lo he visto. No obstante, el peor encontronazo ha sido al final del libro: un desenlace acelerado que precisaba un mayor y mejor desarrollo porque, aunque no resulte incongruente, parece forzado o descuidado.

Con todo, está muy bien escrito, el interés por conocer y entender a los personajes es un reto para el lector muy estimulante (maravillosa ambigüedad) y el libro deja una sensación de haber vivido una experiencia inquietante. ¿No son suficientes motivos para leerlo?



Dentro de sus "romans durs" os recomiendo "Barrio negro" escrita en 1935 y la mejor novela que he leído, hasta la fecha, de Georges Simenon.




Editorial: Tusquets

Páginas: 173

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