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El malogrado (1983) de Thomas Bernhard



"El malogrado" es una novela, como todas las de Bernhard, que puedes amar o detestar en dependencia de la filia o el rechazo que te provoque su prosa, su estilo impulsivo y reiterativo. En mi caso, me fascina su forma de escribir aunque en cada libro su desarrollo sea más o menos acertado, es el riesgo que asume el autor y el lector. La crítica voraz a la sociedad destructora y de las personas que la conforman es otra constante que encontramos en su literatura, también en esta novela.





Con motivo del suicidio de su amigo Wertheimer, el protagonista y narrador de la novela recuerda los tiempos en los que eran alumnos del profesor Horowitz junto a Glenn Gould. Frente al virtuosismo y el genio de Gould, cualquiera de ellos palidecía aunque hubieran podido hacer una gran carrera como pianistas. El protagonista abandonó el piano enseguida; a su amigo le costó mucho más y nunca llevó bien ese fracaso en sus aspiraciones. Un amigo que vivió recluido con una hermana a la que tenía esclavizada hasta que ésta lo abandonó, auténtica huida, para casarse con un rico suizo. El amigo será El Malogrado que da título a la novela.



Thomas Bernhard escribe de forma compulsiva, repetitiva, casi sin pausa, sin puntos y aparte. Esas repeticiones de palabras o frases en la línea o líneas siguientes crean un ritmo, una cadencia que me atrae, un torbellino que me hipnotiza. En ocasiones, en esta profusa y obsesiva prosa de la reiteración cae en lo innecesario, en el exceso que quita fuerza a lo expresado. En esta novela abusa de la muletilla "pienso", por ejemplo. El desequilibrio es fácil y a Bernhard tampoco parece importarle.


La obsesión también se encuentra en alguno de los temas que expone sin contemplaciones como el desprecio por Salzburgo y sus gentes, pleno de epítetos descalificativos y acusadores, o la contundente crítica a la educación, inútil y destructora del individuo que se está formando como persona. Aprovecha la ironía humorística para ser más demoledor.

Las críticas del narrador son las críticas del escritor, sin pretensiones de alter ego en una historia que rinde homenaje al gran pianista Glenn Gould que se retiró muy pronto de la vida pública y se dedicó a las grabaciones de estudio, con sus famosas versiones de las Variaciones Goldberg y El clave bien temperado de Bach (y sus susurros mientras tocaba el piano). Gould murió a los cincuenta y un años y su amigo Wertheimer se suicida a la misma edad. Gould será tratado como un personaje de fondo, secundario. No irá mucho más allá la autoficción.


"Un suicidio largo tiempo calculado, pensé, no un acto de desesperación espontánea." Así define el acto que ejecuta su amigo que se desplaza a otra ciudad para ahorcarse. La idea del suicidio le acompañaba desde la niñez: la soledad, la incapacidad de adaptarse a la sociedad o a los fracasos, la infelicidad inherente al ser humano que sólo interrumpe la muerte... y seguir viviendo, a pesar de la idea, la inconsecuencia del ser humano o quizá la continua curiosidad que te mantiene vivo. No ahonda el narrador en las causas, nos deja pistas como las que se pueden tener de un suicida, nunca llegamos a conocer a fondo a nadie ni a nosotros mismos.


Otro de los asuntos que critica es la reducción que la sociedad hace de la filosofía, encerrándola en una biblioteca y resumiendo su mundo en una frase, un aforismo de almanaque; hay palabras también para la suciedad de las fondas austríacas, los tribunales que dictan veredictos equivocados (llega a la exageración de afirmar que hay más inocentes que culpables en las cárceles)...


Bernhard sentía hastío del mundo y nos arroja toda su rabia y desencanto a lo largo de sus páginas, en un torbellino narrativo que gira en círculos y atrapa. "El malogrado" no es una de sus mejores novelas pero merece una lectura.




Editorial: Alfaguara

Páginas: 146


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