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Los que hablan



"Los que hablan" es una obra con una idea muy sugerente, aunque muy difícil de desarrollar para mantener el interés del espectador: el encuentro de dos personas que no saben qué contarse, las conversaciones corrientes con las que rellenamos esa situación incómoda para cortar el silencio, esos momentos en los que todos nos hemos visto envueltos y nos deja una desazón, una sensación absurda y embarazosa. En definitiva, esa necesidad de llenar el vacío con una charla que se construye de lugares comunes o utiliza el recurso de contar cosas que se han oído u otros han contado, porque no sabemos qué decir de nosotros. La antítesis de la conversación que enriquece, que transmite y conecta con el otro.

El principio de la función auguraba una experiencia original: un hombre y una mujer se sientan juntos, se encuentran incómodos, evitan la mirada directa, van a empezar a decir algo, el gesto que va a iniciar la conversación o el principio de un sonido que acaba en carraspeo...

El trabajo interpretativo, sutil, gestual y de miradas, en algunos momentos resulta magistral pero, y aquí empieza la obra a perder interés, se acaba recurriendo al acento, a la exageración, sobre todo por parte de Luis Bermejo. Cuando el actor interpreta, por ejemplo, un personaje femenino recurre con frecuencia al tono habitual del humor de los Morancos, una técnica que hoy en día me produce cierto rubor o, como mínimo, cansancio, aburrimiento.


La idea de "Los que hablan" es sugerente, lo decía al principio, pero el gran problema es que el desarrollo es un simple acúmulo de conversaciones de relleno y acaba convirtiendo la función en una repetición de encuentros poco interesantes que, de forma equivocada y para evitar el aburrimiento, recurre al humor directo, no el que podría provocar el absurdo de una situación en la que, además, nos veamos reflejados. Incluso Luis Bermejo recurre a interpelar al espectador, uno de sus recursos interpretativos habituales, aquí no justificado.









"Los que hablan" es una pequeña obra que acaba en la discreción y no en la joya que podía haber desarrollado a partir de la idea en bruto. El reto precisaba de un gran dramaturgo y también de un director que hubiera apostado por el buen humor, el que surge desde la seriedad.





Texto y dirección: Pablo Rosal Intérpretes: Malena Alterio y Luis Bermejo

Escenografía y vestuario: Almudena Bautista Diseño de iluminación: Valentín Álvarez Producción: Teatro del Barrio

Teatro del Barrio estreno 22 de octubre de 2020. Obra que se repone regularmente.

Duración: 80 minutos

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