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Memento mori (2010) de Borja Ortiz de Gondra



Brutal e inquietante obra sobre África y la mirada indiferente de Occidente, el papel del periodismo y nuestra responsabilidad. Una familia se involucra en primera línea en esa violenta realidad. "Memento mori" es teatro que te vapulea y quieres ver.







Sofía es una prestigiosa fotoperiodista que acaba de recibir un premio cuando ella ya ha decidido no volver a fotografiar. Se reúne para celebrarlo con su dos hijas: Irene, la hija mayor, que ha seguido los pasos de su madre y es periodista freelance y Carlota, la más joven, que ha tomado una decisión, abandonar sus estudios para acompañar a David, su pareja, en su nuevo destino como diplomático en un país africano que acaba de salir de una guerra. Carlota está embarazada y, a pesar de la oposición de la familia, quiere ir a África y contribuir a mejorar las condiciones de la gente. Una vez allí, donde acudirá toda la familia, la presencia de un orfanato dirigido por un religioso se convertirá en el foco del nuevo conflicto familiar.


La visión del mundo, el periodismo y la fotografía, la mirada occidental, la implicación de nuestros gobiernos y, por otra parte, la cruda realidad próxima pero lejana, son algunos temas a los que nos enfrenta esta obra a través de una familia que está más dividida y unida de lo que aparenta.

Ya en el breve prólogo inicial de la obra el autor nos golpea, nos lanza de lleno al torbellino y los estragos de la violencia que se vive en el tercer mundo: Sofía se dirige a su marido muerto con las fotografías (proyectadas) de los cadáveres de sus hijas "Ninguna imagen me devolverá el pasado... y todas se vuelven una mentira contra el tiempo... Un memento mori para ayudarme a vivir..."

De esta forma nos adentramos en la obra, en una vuelta atrás en el tiempo cuyo desenlace ya conocemos, no las circunstancias, no las causas.


Las tres mujeres mantienen un conflicto continuo entre ellas por su diferente visión del mundo y su actitud ante el mismo. Las tres entran en contacto con la violencia pero no son capaces de resolverla de la misma forma.

Los diálogos reflejan la tensión entre los personajes, hechos del pasado, personales y compartidos, no resueltos y, al mismo tiempo, los diálogos nos definen su carácter con sus ambivalencias, abriendo debates que dejan lugar a la libre reflexión del espectador/lector.

A grandes rasgos, Carlota es una joven llena de vitalidad que todavía piensa que puede cambiar el mundo, Sofía es la mujer que ha sufrido los golpes de la realidad y se niega a seguir retratándola e Irene es un personaje irónico, inconformista y, al mismo tiempo, orgullosa de su propio trabajo, sin autocrítica. Pero estos personajes están cargados de dualidades que las enriquecen.


La realidad violenta de África, la guerrilla y la utilización de niños como soldados, está presente desde que la familia llega al país africano. Esa amenaza se representa entre escenas, en breves monólogos de Sofía que el autor titula "El recuerdo", el testimonio de un niño llamado Solomon. Escalofriante relato que nos impone una necesaria incomodidad.


Un elemento fundamental de la obra es la fotografía como medio necesario para mostrar lo que ocurre en nuestro mundo pero también como una visión inevitablemente subjetiva (selección en lo que se muestra y lo que se deja fuera del marco...) y con implicaciones morales: la necesidad o no de publicarlas si se tiene en cuenta las consecuencias.

Esa fotografía premiada que tomó Sofía hace muchos años en la guerra de los Balcanes planea a lo largo de toda la obra. Una foto a blanco y negro en la que sólo se ve un zapato de una niña, una rueda de una bicicleta pero no la persona que acaba de morir, no el horror directo de la guerra: la fuerza de lo sugerido a través de los objetos que rodean una escena... ¿Fue una foto artística y anuladora de la realidad, como reprocha su hija Irene? ¿Es ética? ¿Convierte la guerra en una imagen para una sala de espera de un dentista? ¿Hasta dónde se debe implicar un periodista o un fotógrafo?

Pero además, esa foto, contiene una profunda ironía: ella fue incapaz de fotografiar directamente el horror que acababa de "presenciar" (la muerte de una niña), solo fue plenamente consciente de lo que acababa de ocurrir (la realidad) cuando dejó de mirar por el objetivo y, de forma automática, empezó a disparar fotografías... una paradoja, entre otras, fue recibir un premio por la acción involuntaria del "artista".


"Memento mori" nos hace reflexionar sobre el periodismo y su responsabilidad más allá de los beneficios económicos; al lector actual no le interesa lo que ocurre lejos de su país, por lo que muchos periódicos ya no demandan crónicas internacionales redactadas por periodistas que lo cuenten de primera mano, prefieren (menos costoso) tener al periodista en una redacción pegando fotos a los textos que envían las agencias.

También hay una mirada al destino del dinero de las ONG, la intervención o no intervención de gobiernos extranjeros y la corrupción del gobierno local. El desinterés real de un gobierno occidental por lo que ocurre en el tercer mundo, más allá de los posibles intereses comerciales, queda representado por la actitud pasiva e indolente de David, que no se muestra ni siquiera interesado por el orfanato: "de todos modos, la mitad no llegará a adultos."



La presencia de un tema tan complejo e inhabitual en nuestro teatro está desarrollado en esta obra con gran inteligencia y sensibilidad por el dramaturgo Borja Ortiz de Gondra.


"Memento mori" significa "recuerda que morirás", una expresión que decían los esclavos a los militares del imperio romano, pero esta expresión también hace referencia a las fotografías que se tomaban de las personas muertas antes de enterrarlas, una costumbre habitual en el siglo XIX y principios del XX.




La obra se estrenó en el Palacio Valdés en Avilés en agosto de 2010. Llegó a Madrid al teatro Fernán Gómez (entonces teatro de la Villa) en enero de 2011. No he podido disfrutar de la versión llevada a escena con Cristina Rota al frente del reparto y Jaime Chávarri en la dirección.





Editorial: Ediciones Antígona

Páginas de la obra: 123

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