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Una mujer difícil (1998) de John Irving

SERIE NOTAS


Con John Irving no hay nada predecible, sus personajes psicológicamente complejos, llenos de frustraciones, discurren por unas sendas bastante curiosas donde el azar de la vida es auténtico azar.







Un matrimonio ha perdido a sus dos hijos en un accidente de coche. El marido es un escritor de libros infantiles de miedo (intercala el relato inquietante de esos cuentos en la novela) y siempre ha tenido a las madres de sus alumnas como amantes (las dibuja primero con sus hijas, luego a solas y cada vez con menos ropa hasta hacer dibujos pornográficos y degradantes). La esposa no ha superado la muerte de los hijos, lo ha intentado con un nuevo embarazo y ha tenido una niña a la que no se atreve a amar por no perderla. Tras una aventura sexual, con el adolescente ayudante del escritor, abandona su hogar cuando su hija tiene cuatro años.

Un salto de 32 años nos devuelve a los personajes marcados por esos acontecimientos. La hija es ya una escritora famosa que está frustrada por la ausencia de su madre, que no acude ni a su boda ni al nacimiento de su hijo; el padre sigue con su vida solitaria aunque llena de amantes; el ayudante-aprendiz de escritor se ha convertido en un mediocre escritor que va amando a mujeres que le duplican la edad, a veces octogenarias, como una forma de sustituir a su amor de la adolescencia.

La relación padre-hija no ha funcionado, las amantes de su padre la han marcado y todo acaba cuando encuentra a su amiga como su nueva amante.

En el relato se entrecruza un curioso y largo episodio en el que ella es testigo del asesinato de una prostituta del barrio rojo de Amsterdam. El investigador del caso descubrirá, con los años, quién fue el testigo y localizará al asesino en serie...

¿Y la mujer difícil? ¿la madre? Aislada en Canadá y, a su vez, escritora de mediocres relatos sobre una detective…

Difícil resumir una novela con más de 500 páginas llenas de intrincados acontecimientos.



Hay páginas de la novela que se graban en el lector por cómo describe Irving esas escenas, la atmósfera y el sentimiento que transmite: el relato que hacen de cada foto los diferentes personajes y la ausencia de las mismas (quedan los ganchos fantasmas en la pared) cuando la mujer abandona el hogar; el paseo por el barrio rojo buscando información para su novela, el contacto con las putas y el episodio final con el asesinato visto desde el armario donde se esconde paralizada; el amigo del padre que la invita a jugar al squash y que al final termina echándolo a golpes brutales con la raqueta; el persistente y entrañable detective que acaba siendo su segundo marido. Hay muchos momentos en los que Irving demuestra su maestría narrativa.

El humor está muy presente a lo largo de todas sus páginas como el episodio delirante-cómico del abandono de la amante que va en su persecución dejando colgado de un seto al pobre jardinero.


Esa fuerza que desprenden los personajes y la vida de éstos en las novelas de Irving a veces queda mermada por párrafos donde no hay un relato ágil, repite fórmulas, recarga el texto donde sería necesaria una mayor ligereza, parece pretender que el lector no se pierda y resulta redundante.

A pesar de ello, esta novela desprende tanta energía que quedas atrapado.


¡Auténtico disfrute el vivir en otro mundo, el de la ficción con garra!.

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