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Una temporada para silbar (2006) de Ivan Doig



Ivan Doig nos escribe un relato de la infancia que se abre al mundo adulto, en el mundo rural de Montana, con un estilo tradicional, afable, lleno de ternura. Sin buscar comparaciones me ha recordado, en este sentido, el espíritu de Tom Sawyer.






Todo ocurre entre 1909 y 1910, cuando Paul tenía trece años y vivía en la granja con su padre recién enviudado y sus dos hermanos. El narrador es Paul, el protagonista que rememora el pasado cuando vuelve al lugar de su infancia como inspector escolar. El relato empieza cuando el padre decide contestar a un anuncio de ama de llaves que está encabezado con el titular "No cocina, pero tampoco muerde". En la estación de tren no sólo se bajará Rose Llewellyn, sino también su hermano Morris. Rose será una eficiente organizadora de la casa aunque no cocine (para desesperación del padre y los niños) y Morris, tras dar tumbos para encontrar algo en qué trabajar, se convertirá en un maestro muy peculiar y extrañamente eficiente. La vida escolar será el centro del relato, con algunas anécdotas curiosas de la gente de los alrededores: el fanático predicador, el inspector del colegio, el trampero... Por encima de todos, destacará esa pareja de hermanos que ha emigrado al pueblo perdido de Marias Coulee. Y el cometa Halley, por supuesto...


Ivan Doig (1939-2015) describe con ingenio el mundo de la infancia a través de las diferentes miradas de los tres hermanos, con algún apunte al resto de los chicos de clase. Edades distintas con una compresión del mundo y los acontecimientos desigual, a lo que se añade sus propias personalidades. A través de los detalles, el escritor nos va acercando al carácter de los personajes, al mundo minúsculo pero de mirada observadora e inteligente de los chavales.

La ironía que sobrevuela por sus páginas permite una leve crítica, desde la experiencia del adulto que mira hacia atrás, no exenta de momentos de humor. A lo largo de su lectura la sonrisa que me provocaba era casi una constante, por el carácter de sus anécdotas, las reacciones de los chavales, los peculiares personajes o, simplemente, el tono de ternura que contagia al lector.


Hay un retrato indirecto del mundo rural en el que la naturaleza cobra toda su importancia, las estaciones del año y la actividad conforme a estos ciclos. Una vida dura, con unas condiciones muy básicas: la pequeña tienda de suministros, el médico lejano, la larga caminata de algunos niños para acceder a la escuela, la sequía que pone en peligro la cosecha, las nieves que cierran el acceso, el trabajo físico del granjero... La figura del salvaje trampero es el extremo del espectro.


"Una temporada para silbar" nos cuenta una historia simpática, repleta de pequeños acontecimientos, con originales personajes, que consigue que la novela resulte muy entretenida, sin obviar la observación humana de la vida rural con su sutil análisis de esas pequeñas vidas, retratadas con un aura de inocencia.


Editorial: Libros del Asteroide

Páginas: 349



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